«Nuestro deber es definirnos primero como herederos de la memoria Europea, aunque puede que vivamos fuera de Europa; en Australia, Chile y Estados Unidos, o en otro planeta. Uno debe admitir que todos nosotros «buenos europeos» en el sentido nietzscheano de la palabra, podemos cambiar nuestra religión, nuestros hábitos, nuestras opiniones políticas, nuestra tierra, nuestro territorio, nuestra nacionalidad e incluso nuestros pasaportes.
Pero nunca podremos escapar de nuestra herencia europea».
Tomislav Sunic, «L’occidentalisme contre l’Europe.»
Por todos ya es conocida la especial naturaleza de uno de los dos objetivos de FNI: la Etnogénesis, esto es, contribuir a la generación de una Etnia o Nación Criolla. Por tratarse de una propuesta no habitual es natural que surjan ciertas preguntas:
¿Es realmente necesaria una nueva Etnia? ¿Vale la pena organizarse para conseguirlo? ¿No será un simple capricho ideológico para evitar hacerse cargo de problemas más importantes?
La decisión de generar una nueva Etnia ha sido adoptada tras comprender la realidad a la luz de paradigmas distintos de los predominantes, que nos han llevado a las siguientes conclusiones:
- LA CRISIS DE OCCIDENTE.
Hemos anticipado un colapso que pondrá fin a nuestra era como la conocemos. Hemos comprendido que la Modernidad ha acelerado el proceso de desarraigo e igualación que inició el Cristianismo, y que conducirá finalmente a la destrucción de naciones y ecosistemas. Las ideologías hoy imperantes no han cuestionado realmente este proceso, sino que solo lo han acentuado, conformándose con parchar paupérrimamente algunas de sus contradicciones, solo las más visibles y políticamente rentables.
Es un escenario en que las amenazas dejaron de ser locales y se convirtieron en globales. Actualmente, guerras entre Estados, conflictos civiles y étnicos, desastres sanitarios, y catástrofes medioambientales, pueden manifestarse visiblemente en un territorio pero tener su origen último en latitudes mucho más remotas, y en causas en principio imperceptibles. Surge así la pionera y compleja tarea de desarrollar nuevas respuestas, aptas para superar esta nueva situación.
Solo concebimos tres posibles actitudes frente a este inminente desenlace:
- Ahorrarse complicaciones, ignorarlo deliberadamente, y disfrutar de nuestras vidas.
- Intentar solucionarlo mediante acciones que, aunque ineficaces, nos mantengan al menos ocupados y con una falsa convicción de haber aportado.
- Aceptarlo, y prepararse integralmente para hacer frente a los tiempos difíciles.
La primera alternativa es seguida por la gran mayoría de la población. La segunda es seguida por los distintos partidos y movimientos reformistas y “revolucionarios” de Izquierda, Derecha, y terceroposicionistas.
La tercera alternativa es seguida por nosotros… y nadie más.
Nuestra alternativa no debe ser entendida como una capitulación a priori frente a la hegemonía global. Algunos se pensarán capaces de tomar el control político del Estado, romper con el actual Sistema, y salvar a Chile de los efectos que desatará la gran crisis de Occidente. Actitud tremendamente ingenua, y que no compartimos, no por falta de voluntad, sino que al contrario, buscamos aprovechar al máximo nuestras verdaderas posibilidades de éxito trabajando por objetivos acordes a las herramientas con que actualmente disponemos, y en sintonía con la causa de los grandes problemas actuales.
Ya no se trata de ganar elecciones, obtener militantes, acaparar dinero, u otros objetivos mediocres. Y es que en un tiempo no muy lejano se decidirá la supervivencia de los nuestros, y sólo dependerá de nosotros que para ese evento “los nuestros” realmente estén dispuestos a seguir existiendo.
Lo primero por hacer para enfrentar los tiempos que se avecinan es concientizar y organizar a nuestra gente.
Sin embargo, no debemos enfrentar esta crisis valiéndonos de los conceptos y valores que fueron su misma causa. Tanto la afirmación como la búsqueda de la igualdad humana significó negar y destruir la realidad histórica y visible que explicaba nuestro propio ser. El igualitarismo en sus múltiples expresiones, ya sea de tipo religioso, político o económico, no es sino una guerra contra la Identidad. El paso siguiente a afirmar la Igualdad humana, es patologizar la diversidad humana, lo que conduce siempre a una pretensión de expansión global. Se procedió con la eliminación de los vínculos naturales y trascendentes, lo que fue seguido por la creación de otros vínculos, artificiales y contingentes, que permitieron dirigir políticamente a las nuevas masas desarraigadas. Uno de estos vínculos artificiales fueron las nacionalidades cívicas.
Nuestra propuesta consiste en superar y repensar los viejos y nuevos vínculos, para así crear una respuesta efectiva al colapso de Chile y Occidente. Por esa razón, afirmamos la Identidad étnica. Nacida de la Naturaleza misma por interacción constante entre la Sangre y el Suelo – la herencia genética y el medioambiente – es éste el vínculo que ha permitido a los pueblos enfrentar y superar sus constantes desafíos, continuando siendo ellos mismos.
De una nacionalidad cívica es posible desprenderse cambiándola por otra; de una ideología es posible decepcionarse y mudar; de un partido político o sindicato es posible desafiliarse; de una clase social es posible desvincularse por incremento o pérdida de poder económico; de una religión es posible abjurar. Todos estos vínculos artificiales se encuentran sujetos tanto a convenciones como al capricho humano, y todos serán rotos cuando los hombres solo busquen aferrarse a la vida.
Por su parte, la Identidad nos une a nuestros semejantes desde que nacemos hasta que morimos. Comienza y termina con la vida de cada uno. Podemos ignorarlo, odiarlo, o incluso combatirlo, pero persiste hasta el final de nuestros días. Y es que la Identidad hunde sus raíces en lo más íntimo del Ser. Esta fuerza del vínculo étnico nos lleva a reconocerlo como eje para organizarnos y enfrentar los tiempos actuales. La Identidad étnica permite generar una solidaridad real entre seres humanos, y un verdadero amor al “prójimo” que, lejos de ser universal, siempre ha estado reservado para el “próximo”, el semejante. Es mediante la colaboración recíproca entre semejantes que los criollos encontraremos la fuerza necesaria para superar esta crisis.
2. CREAR UNA NUEVA REALIDAD.
Otra de las razones que nos mueve a desear una nueva Etnia descansa en una diferente forma de razonar los cambios necesarios en Chile.
La visión ilustrada imperante lleva a las personas a no concebir cambios sin la previa intervención en el entorno. Según ellos, cambiar el entorno (causa) sería la clave para luego generar mejores personas (efecto).
Sin embargo, ni la producción material ni la producción intelectual son capaces de autodeterminarse a sí mismas, ni mucho menos de dirigir a los seres humanos en sentido alguno. Ambas producciones crean situaciones justas o injustas según lo que el ser humano haga con ellas, ya que sólo éste es capaz de asignarles algún sentido. Entonces, ¿por qué insistir en intervenir factores que por sí mismos no son la real causa del actual estado de cosas en Chile y Occidente?
Si es en el interior del ser humano que radica el principal origen de la inminente crisis global, no hay razón para desviar la mirada hacia otras causas aparentes. Por esta razón, es a al tipo humano actual a quien deben dirigirse las críticas e iniciativas de transformación. En otras palabras, en Fuerza Nacional-Identitaria hemos invertido la relación de causalidad hoy imperante: nosotros afirmamos que mejorando primero al ser humano crearemos mejores relaciones sociales, luego, mejores sociedades, y finalmente, mejores entornos.
La mayoría de la población está de acuerdo en que Chile precisa transformaciones urgentes, sin embargo, de la extensa lista de propuestas de cambio ninguna se atreve a mirar de frente a esta causa de sus males.
El ser humano es una amalgama de factores biológicos, psíquicos y culturales, y si realmente se requiere una transformación en dicho ser humano, necesariamente deberá partirse por reconocer la existencia de estos factores, para luego intervenir en ellos. De otro modo, la transformación será meramente superficial, contribuyendo así a que se conserven tanto la obra cuestionada, como su autor hasta ahora ignorado. Tanto el Estado como sociedad de Chile son obras de un específico tipo humano, y mientras éste se mantenga inalterado, ambos productos se perpetuarán indefinidamente.
Las relaciones de colaboración entre pares son fundamentales para crear sociedades de mayor empatía y colaboración entre integrantes. Sociedades en que gobernantes y gobernados no solo se digan, sino que se perciban como parte de un colectivo humano trascendente, es indispensable para el mantenimiento de un devenir vital armónico.
Pero nuestra situación dista mucho de eso.
La Conquista de Chile se inició con un sostenido proceso mestizaje entre europeos e indígenas que no “superó” realmente a las razas de sus progenitores, sino que solo le entregó un fenotipo visible a la desigualdad social. Aún con diversos estudios que hasta el día de hoy buscan demostrar el extendido nivel de mestizaje en la mayoría de la población chilena, en la práctica esto queda reducido a un mero dato estadístico que nadie recuerda cuando necesita combatir al “prójimo” que siempre percibe como ajeno. La realidad se impone sobre los relatos románticos, demostrando que el mestizaje no logró que la gente se sintiese más cercana y dispuesta a colaborar, sino que solo diluyó la unidad los núcleos raciales existentes, y contribuyó así a la fractura social.
Posteriormente, esto se acentuó cuando el Liberalismo comenzó a cuestionar y eliminar las instituciones que hasta la Independencia habían logrado identificación social recíproca, provenientes tanto de la Corona Española como de la Iglesia Católica, atomizándose aún más esta sociedad que ya se encontraba racialmente fragmentada.
Finalmente la influencia de las distintas versiones de Comunismo, especialmente de tipo marxista, neomarxista y postmarxista, dotan de contenido ideológico, y un relato fácilmente movilizador, a una masa humana completamente vacía de afecto para con sus pares y su entorno. El «afecto» u «orgullo» presente en sus relatos no es sino un fruto artificial, surgido de la negación y combate hacia algún otro grupo social.
La gran mentira con que hoy se intenta movilizar a mucha gente en Chile, es que la grandeza material de ciertos pueblos es consecuencia de Estados, constituciones, leyes, modelos, o distribución de la riqueza, cuando la relación causal es totalmente inversa. Toda institución o modelo que se considere ejemplar no es más que resultado y constatación de las cualidades existentes en un determinado grupo humano. La colaboración entre pares no puede simplemente ordenarse por la autoridad, sino que incentivarse procurando la homogeneidad étnica de la sociedad. La empatía y colaboración no son el resultado de una exigencia o convención social, sino que de relaciones sociales sanas.
Si mejores relaciones sociales crean mejores sociedades, y mejores sociedades pueden crear mejores entornos, nuestro aporte consiste en mejorar aquella parte de la sociedad integrada por nuestra gente. En lugar de exigir a otros que nos entreguen el mundo que nos gusta, nosotros proponemos aportar en su construcción.
Para Fuerza Nacional-Identitaria, lo primero será corregir el deterioro llevado a cabo contra los componentes de nuestra propia Identidad en su dimensión biológica, psíquica y cultural, y esto requerirá avanzar en el proceso de autoconsciencia, y posteriormente, de Etnogénesis.