Confesiones de un Patriota Odioso p.1
Confesiones de un Patriota Odioso p.2
Confesiones de un Patriota Odioso p.3
Confesiones de un Patriota Odioso p.4
Ya en los años anteriores establecí que sin dudarlo hubiera apoyado, por un lado, a la Primera Junta Nacional de Gobierno y toda instancia que me liberara del yugo de los impuestos y una administración que estaba en ultramar y, por otro lado, que rechazaba la imposición agresora-tierna de una “nacionalidad” que uniera a todos los pueblos presentes dentro del territorio chileno.
Odio la música folclórica criolla y no sólo eso: también odio los bailes folclóricos criollos. Tampoco me agrada casi nada de lo desprendido de la cultura campesina de la zona central de Chile, de cultura mayormente criolla. No tiene por qué gustarme: los gustos son subjetivos, incluyendo las preferencias por «lo nuestro».
En el exterior de mi casa no flamea la bandera de Chile y no va a flamear, ni siquiera por evitar una multa (nos libramos del «opresor» porque libertad es la herencia del bravo… para que, doscientos años después, seamos merecedores de una multa si es que no izamos la bandera de una nación-idea). Hubiera apoyado la Primera Junta que estaba conformada por criollos, y he de reconocer que todas las banderas que ha exhibido Chile en su pabellón han sido diseñadas por criollos. ¿Y qué? La bandera de Chile no fue diseñada para un pueblo específico, fue diseñada para una construcción en que los hombres eran separados según lo que creían, no según quiénes eran.
¿Por qué usaría una bandera que está basada en una idealización donde todos los hombres y todos los pueblos son iguales? Una bandera debería representar a un pueblo (i.e., una etnia). ¿Y en Chile, cuántos pueblos hay? Si hay más de uno, entonces una bandera es insuficiente, a menos que dicha bandera borre todas las identidades y las transforme en una sola cosa. Con un razonamiento así, no es mucha la diferencia que podemos encontrar con la «bandera de la Tierra», de Futurama, que sirve para agrupar a todos los pueblos que viven en el mismo planeta.
Pero contra las banderas que aglutinan al tono como una unidad indiferenciada, nacen las banderas diferenciadoras que buscan resaltar la particularidad frente a la Nada integradora y devoradora.
Una bandera que signifique universalidad es lo contrario de nacionalidad (como una unidad de sangre y suelo, y es que hasta ese significado se ha perdido en la maraña lingüística y jurídica), y debe quedar en el pasado, dando paso a banderas llenas de significado y trascendencia, banderas de identidad y limpias de todas las tergiversaciones que borren las fronteras sanguíneas de un pueblo.
Un ejemplo de bandera con significado étnico es la bandera mapuche:
¿A alguien le cabe alguna duda sobre quién está representado por esta bandera? A mí no, a mí me queda perfectamente claro quiénes son representados por ella:
Las banderas nacen para unir a las personas y a separarlas de las otras personas. La bandera mapuche nace para que los mapuche se sientan identificados con ella, se unan en torno a ella y se separen de quienes no son mapuche. El ser humano basa casi todas sus dinámicas en unir y separar. Basta ver a un cristiano con una cruz colgando del cuello para comprender la importancia de los símbolos: la cruz lo unirá a otros creyentes, y lo separará de los no cristianos. Las banderas instan a hacer un ejercicio parecido.
¿Y la bandera de Chile, a quiénes representa?
Representa a todos… es decir, a nadie en especial. Según el trasfondo de su origen, la bandera chilena también representaría de manera incluyente a los pueblos originarios. Sin embargo, como dicha bandera desde su origen es incluyente para todos los pueblos y es el símbolo de la negación de las identidades particulares, los pueblos indígenas han decidido dejar de usarla, dándole preferencia a sus propios símbolos y creaciones. ¿Por qué no nosotros?
Que el resto use la bandera que quiera y la que lo haga sentir igualmente especial a cualquiera. Por mi parte, como patriota odioso y amante del legado criollo, elijo la bandera que une a los hijos de la Cruz del Sur sin importar si están a un lado o al otro de la Cordillera, y que excluye a aquéllos que no forman parte de lo que somos. No se puede agradar a todo el mundo, aunque yo prefiero agradar a los míos.