La Nueva Derecha Criolla (III)
La Nueva Derecha Criolla frente a la Nueva Derecha Chilena
En 2015 hablábamos de Nueva Derecha Criolla, y la situábamos en un punto intermedio entre la Nueva Derecha Europea (y sus derivados como GRECE, Carrefour de l’Horloge y el Institut ILIADE) y la Nueva Derecha Norteamericana (Counter-Currents, AmRen, Radix Journal, etc.), ya que hacíamos alcances entre ambas, y también se tomaban las diferencias en los contextos históricos y geográficos. Salvo el Carrefour de l’Horloge (que mezcla el nacionalismo étnico con el liberalismo económico, además de no tener el furioso espíritu anticapitalista y anticatólico de GRECE), la mayoría de las corrientes dentro de la Nueva Derecha tienden a ser, si no antiliberales (como el mismo GRECE), al menos iliberales, como los think tanks norteamericanos — menos hostiles a las tendencias libertarias, aunque priorizando siempre la cuestión racial y étnica.
En 2020 es editado un libro llamado Nueva Derecha: una alternativa en curso. Prologado por Agustín Laje, liberal fusionista argentino conocido por El Libro Negro de la Nueva Izquierda, Nueva Derecha corresponde a una compilación de autores que llaman a defender el modelo comúnmente llamado neoliberal y a distanciarse de la Centroderecha, a la que acusan de traicionar sus principios, dejando el campo libre para la entrada y colonización de las ideas de Izquierda; las mismas que terminaron por nitrificarse para dar paso al estallido social de 2019.
En Nueva Derecha: una alternativa en curso puede distinguirse una simpatía por la nueva ola de líderes populistas de Derecha así como por el autoritarismo, posicionándose como una vertiente contraria al progresismo que avanza por Occidente, aunque también abrazando a ese mismo Occidente que entienden como heredero de la tradición cristiana. Además, entre sus rasgos más notables está su valoración de la Modernidad, siendo sus ideas producto de esta weltanschauung — mientras que Guillaume Faye haría un llamado a entender de forma positiva la posmodernidad, mirándola desde la óptica del Arqueofuturismo (1998).
El nombre “Nueva Derecha Chilena”, si bien no tiene punto de encuentro propiamente tal con la Nouvelle Droite/Nueva Derecha Francesa, logra —esencial e implícitamente— distanciarse de su par francés, con el que no tiene mayor parentesco ideológico; al hablar de Nueva Derecha Chilena se otorga cierta afirmación a la idea de Chile como entidad. A esta entidad se le otorgan características culturales particulares, dando especial énfasis al carácter civilizatorio occidental y a la cristiandad. Teniendo en cuenta que mientras que el homónimo chileno deriva de pensadores como Adam Smith, Alexis de Tocqueville y John Locke, el corpus filosófico e ideológico de la Nueva Derecha Francesa tiene sus ‘padres fundadores’ en la Konservative Revolution, de donde surgieron Arthur Moeller van den Bruck, Hans Freyer, Edgar Julius Jung, Othmar Spann, Ernst Jünger, entre otros — caminos filosóficos divergentes y hasta contrapuestos, lo que se distingue al analizar su fondo, más que su forma. Lo anterior no es tan sólo una afirmación de diferencia por medio de la visibilización de distintos pensadores, sino también una afirmación de diferencia por el qué pensaban dichos pensadores: mientras los que son fundamentos de la Nueva Derecha Chilena afirman y confirman la idea de Chile como entidad jurídica y político-social, las ideas de la Nouvelle Droite apuntan en otra dirección, decantándose por el etnodiferencialismo.
El énfasis dado al carácter civilizatorio occidental y a la cristiandad como elementos esenciales que subyacerían a la Nueva Derecha Chilena y, por tanto, también a Chile, puede ser, de manera contraproducente, la causa misma de la desintegración, o al menos del resquebrajamiento social, de Chile. En vista que en el territorio nacional existe una diversidad (biológica, racial, de ancestría, fenotípica, de rostros, de colores, de pueblos, de grupos humanos — o de la forma que se estime conveniente para definir esta diversidad) preexistente a la implementación de la civilización occidental y de la cristiandad, y teniendo en consideración el dinamismo que pueden presentar y presentan las sociedades, pretender mantener las sociedades lineales, estáticas y subyugadas a un credo o a un orden civilizatorio se torna particularmente complejo, especialmente cuando dicho credo y orden no fueron implementados de manera orgánica ni compartida, sino a través de la hegemonía. Esto último no es una crítica SJW a la historia, sino tan sólo la constatación de un hecho, el mismo que provocó, de forma directa e indirecta, que se derribaran estatuas y se quemaran iglesias durante el estallido social.
Considerando que tanto la civilización como la religión son creaciones humanas —y que la civilización occidental y la cristiandad son fruto de un pueblo específico—, también debe considerarse que éstas pueden ser destruidas, lo que no sería un problema tan terrible en la medida que se preserve al grupo humano (Volk, tal vez) que erigió dichas construcciones. En vista que tanto el fenómeno de la civilización occidental como el fenómeno del cristianismo (o catolicismo, para ser más específico en el caso de Latinoamérica) son rasgos distintivos del pueblo del cual surgió la avanzada conquistadora proveniente del Viejo Mundo, podría esperarse que el mismo pueblo pueda cargar y exportar dichos rasgos, mientras que en ausencia del mismo pueblo difícilmente podrían cargarse los rasgos anteriormente mencionados. En la distinción naturaleza-cultura, el pueblo es una expresión de la naturaleza, y la cultura es el mundo creado por los seres humanos que conforman este pueblo.
Así, el nacionalismo pregonado por la Nouvelle Droite , como también por la Nueva Derecha Norteamericana y Criolla —que pasa a ser ampliamente comprendido como ‘identitarismo’— se vuelve antitético a las vertientes nacionalistas de la Derecha ‘clásica’, civil y civilizatoria, puesto que ve en el nacionalismo cívico que es implementado sobre un sustrato no sólo multicultural o multiétnico sino que multirracial —es decir, el marco jurídico y social que lo permite y da origen a la Gesellschaft, opuesto al ‘colectivismo’ de la Gemeinschaft propio del identitarismo y etnonacionalismo— un mecanismo de destrucción de identidades y, por tanto, también de la diferencia. Y también antitético de las tendencias etnicistas de Izquierda, pues las entiende como una actualización de la lucha de clases, instrumentalizando el etnodiferencialismo en vez de apuntar a éste como fin.