Escrito por Brett Stevens originalmente como «Brave New Dead World«, en American Reinaissance. Traducción por F. A.
Un nuevo mundo se abrió en la última década, y las ideas que hubieran sido tabú en la década de 1990, se desparasitaron sus caminos hacia la respetabilidad. Ahora, incluso fuentes mainstream discuten la fatiga de los derechos civiles y las diferencias biológicas entre las razas.
Creo que estos cambios son signos de una nueva en la cual la fuerza más potente de todas –la identidad– se reafirmará. La identidad cala muy profundo en las preguntas que nos hacemos momentos tranquilos durante las noches inquietas: ¿por qué estoy aquí? ¿Cuál es nuestro propósito? ¿Cuál es el futuro de la humanidad, y donde está mi lugar en él?
Identidad define cada nación por la tríada formada por la cultura, la herencia y los valores. Se diferencia de «los estados-nación» o «naciones-ideas», que se definen por los límites geográficos y la lealtad a una ideología de estado y al sistema económico. Podemos llamarles «naciones económicas», porque su propósito principal parece ser el ser un apoyo para una economía, para que la gente al azar que han reunido bajo una bandera pueda tener empleos y derechos.
Una nación identitaria rechaza la idea del estado moderno. Las naciones identitarias son las personas. Ellas provienen de un origen común y piensan en sus vidas como una forma de vida común. Esto no es un «estilo de vida» que reduce la cultura a un producto en una estantería para el consumo individual. Las formas de vida proceden de un origen, propósito y hábitos compartidos que han servido para esa población específica durante siglos.
La identidad ve las preguntas de qué somos y cuál es nuestra meta y reconoce que estas preguntas no pueden ser contestadas por la ideología. Las respuestas deben venir desde adentro, a partir del individuo a través de una necesidad para un propósito, y a partir del grupo, el que tiene un sentido de objetivos compartidos que no necesitan un gobierno de mano dura para ser alcanzado.
Los Estados Unidos comenzaron con una fuerte identidad: era una nación separatista formada por colonos ingleses y los colonos de otros países de Europa occidental. Su meta era tomar sus propias decisiones, escapando del colapso de las estructuras políticas de Europa y forjar una senda nueva, o al menos distinta.
Las cosas han empeorado desde que dejamos atrás ese enfoque. Primero insistimos en una norma moral universal definida por la manufactura y el comercio de las economías del noreste del país y libramos una desastrosa guerra civil para imponerla. Entonces llegamos a ser activos en la política mundial, pero no utilizamos el interés de nuestro pueblo como nuestra guía. En cambio, perseguimos el objetivo ideológico de democratizar el mundo. En ese momento, nos preocupamos más por cómo miramos a los demás para ganarnos el favor político, que por los efectos de nuestras acciones en los estadounidenses.
El identitarismo no juzga lo «bueno» y lo «malo» como lo hace una ideología. Faculta al grupo y lo alienta a ser una mejor versión de sí mismo. Toma decisiones por su propio pueblo y no tiene en cuenta su impacto sobre otros. Como resultado de este fuerte sentido del interés grupal, la gente mira hacia la cultura en lugar de mirar hacia el gobierno y/o estado policial que impone una ideología. Ella defiende las normas sociales que rigen su comportamiento diario y excluye a quienes las violan.
El estándar de comportamiento en una nación identitaria está basado en valores positivos. Aquéllos que cumplen con la norma serán alabados. Esto contrasta con una sociedad basada en la ideología, la cual castiga a quienes rechazan la ideología, y premia a aquellos que son obedientes a ella y promueven la originalidad. El identitarismo no tiene uso para la innovación o la ideología; se centra en la calidad, en la mayor capacidad, profundidad y carácter.
El conservadurismo solía tratar de crear comunidades basadas en la familia y en la cultura, la herencia y los valores. Como la edad de las superpotencias se desvanece, aparecerán grupos separatistas de este tipo. Ellos se elevarán por encima del resto porque sus métodos funcionan, y porque el sentido de la identidad que promueven llenan al individuo con orgullo y con deseos de beneficiar al grupo. El gran experimento democrático de los Estados Unidos caerá en una «Brasilización» y se volverá como cualquier otra nación mestiza del Tercer Mundo.
Aquéllos de nosotros que rechacemos la ideología de la igualdad y la diversidad debemos unirnos; en su mayoría, probablemente sobre la base de nuestros orígenes europeos occidentales comunes. La cultura será la base de los grupos separatistas que sobrevivan al colapso de la democracia estadounidense y formará la base de la próxima civilización que se levante de sus cenizas.