Perdiendo la confianza en terceros

Perdiendo la confianza en terceros

Contra sus mentiras | Autor: | 1.4.2015

La ciudadanía confía demasiado en terceros.

Confía en el Gobierno, confía en mecenas famosos, confía en el resto del país, confía, confía. La gente ha olvidado que la voluntad nace de uno mismo y que todo debería hacerlo sin importar nadie más. Así de simple.

En un país que se muere a causa de una democracia que fomenta la irresponsabilidad y que carece de unidad natural (en contraposición bajo la unidad artificial de una idea), sólo la comunidad podría salvar a su propia comunidad. La familia salva a su familia, los vecinos salvan a sus vecinos. Aún así, el ser vecinos tampoco indica que forman parte de la misma comunidad: sencillamente, gente que vive cerca no necesariamente entabla lazos. Se apela a la solidaridad, sí, pero es difícil que exista verdadera solidaridad si es que no hay una verdadera comunidad.

Nos enfurecemos si es que alguien se aprovecha de nuestra desgracia y necesidad, valiéndose de nuestra desgracia para su beneficio económico. ¿Y qué esperábamos? Eso es el capitalismo: es salvaje, oportunista, desconsiderado. Tomamos su parte «buena» y no nos quejamos ya que gracias a él tenemos un montón de porquerías innecesarias pero que nos gustan, con las que podemos aparentar… pero el mismo modelo promueve la deslealtad en favor de la individualidad (y el individualismo).

No es necesario seguir esperando nada, ninguna ayuda. Sólo el vitalismo es necesario para sobrevivir, más allá de toda ayuda que se pueda recibir. El optimismo en terceros sólo alimenta una ilusión de pertenencia y correspondencia con algo que en realidad no existe: si no existe comunidad dentro de una ciudad, ¿cómo esperar que el resto del país se sienta en comunidad con un individuo? La ciudadanía siente lástima por empatía, lástima por sentido común, pero, en realidad, no siente ninguna responsabilidad con el prójimo. Se ama a la humanidad in abstracto, pero no se entiende la vida humana, así que no existe la manifestación instintiva de salvar a la comunidad puesto que no se comulga con los demás.

¿Por qué esperar que alguien externo haga algo? En las situaciones extremas es cuando comprendemos de qué se trata realmente la vida y cuáles son las necesidades vitales. En esas oportunidades es cuando entramos en conocimiento de quién nos importa, qué nos importa y por quién y qué velar. Y nos damos cuenta de que estamos solos y realmente no necesitamos a nadie más. En cuando dejamos de lado el humanitarismo del que tanto nos hablan, y abrazamos a nuestra humanidad.

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