4:20 Tengo luquita

4:20 Tengo luquita

Contra sus mentiras | Autor: | 8.4.2015

Sí, montón de viciosos monotemáticos: sabemos que es Abril, y sabemos que esperan todo el año para hablar que es Abril y de que tienen «luquita». Nadie les niega el derecho a alegrarse por ese gran triunfo que es el hecho de ser un volado de mierda.

Alguna vez me preguntaron si había probado la marihuana. Mi respuesta fue inmediata: No. Ante la contrarrespuesta si nunca me había llamado la atención o sentido curiosidad de hacerlo, la respuesta fue nuevamente instantánea: No.

Lo más curioso es que mi rechazo no era por una cuestión de moral ni mojigatería, es decir, poco me importaba que el Viejito Pascuero y el Conejito de Pascua se enojaran conmigo, mi rechazo va más por una cuestión de relaciones simples: ninguna de las personas a las que yo podría admirar han sido consumidores de marihuana. En efecto, cuando pienso en marihuana, mi mente me hace una presentación hiperveloz en data show donde desfilan personajes con los que definitivamente jamás me sentiría identificado, ni menos aún querría ser como ellos (exceptuando claro, a Randy Marsh —quien, por cierto, es un puto crack— y Lester Burnham; otro puto crack).

Más que ser un defensor de la libertad de las personas, defiendo su libertad a destruirse de la manera que estimen conveniente, y si es que hay algunos que eligen hacerlo con el alcohol, otros con los autos, y otros con la comida chatarra, no veo por qué algunos cuantos izquierdistas pacifistas no podrían hacerlo valiéndose de un pasto. Más aún, no veo qué relevancia tiene en un país que hace rato vaga sin rumbo, o que, mejor dicho, comenzó vagando desde su independencia. De hecho, podría decirse que soy bastante libertario (y hasta liberal) respecto a esas decisiones de carácter personal. Nadie me obliga a consumir, de la misma manera, yo no obligo a nadie a no hacerlo.

Pero hay una libertad que me reservo, y es la de asociarme y formar lazos comunitarios con aquéllos a quienes considero mis semejantes, y no veo cómo puede ser mi semejante un individuo que consume algo que por mera asociación cultural hace pensar en vagancia, piojos y carpe diem. Y lo digo con todo prejuicio y no me importa si alguien me dice que estoy equivocado. Al menos, para mí, ni Cheech ni Bob Marley son ejemplos de valores positivos.

Lo más gracioso de toda la alegría resultante de la aprobación del proyecto que permitiría el autocultivo de marihuana para su uso privado, es que no se aprecian diferencias sustanciales con el presente: ¿será limitante para un marihuanero aleatorio el que actualmente no esté legalizado el cultivo? Lo dudo. Peor aún, no sé cuál es el motivo de alegría, si en realidad la ley no incluye hordas de fumadores consumiendo en cada esquina y cada plaza, y probablemente, se multe a los conductores que estén bajo los efectos del THC.

Si usted es conservador y no le gustan esos hippies fuma-yerba, no se los fume: está en todo su derecho a ser un no fumador. Hasta el momento, nadie puede obligarlo a cultivar ni fumar nada. Si cree que con la legalización del cultivo sus hijos podrían verse susceptibles a ser consumidores, creo que debería quitarse la venda de los ojos: el asunto no pasa por una ley que prohíba, pasa por una educación eficiente y de hacer asociaciones con ejemplos que nos ilustren los beneficios de la marihuana (ver la imagen que está un poco más arriba). Además, hay miles y miles de consumidores que son hijos de la prohibición.

Pensándolo bien, si el número de consumidores aumentara considerablemente, sería perfectamente funcional para esta democracia corrupta: entre más se encuentren idiotizados (sea con sustancias, sea con tecnología, sea con dinero, sea con lo que sea), más fácil es el meter cierto artefacto en el ojo de la ciudadanía sin que ésta reaccione.

Lo que es yo, marcharé para legalizar el Krokodil. Y que sea libre y de calidad. Eso sí que sería un verdadero agente catártico.

 

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