Realidad y Futuro del Nacionalsocialismo en el Chile del Siglo XXI (parte 2 de 3)

Realidad y Futuro del Nacionalsocialismo en el Chile del Siglo XXI (parte 2 de 3)

Textos » Otros Textos | Autor: | 23.4.2015

ÍNDICE

  1. INTRODUCCIÓN.
  2. COSMOVISIÓN Y MOVIMIENTO.
  3. NATURALEZA DEL NACIONALSOCIALISMO.
  4. APROXIMACIÓN AL CONTEXTO DE LA VIDA DE HITLER EN VIENA.
  5. RAZONES DE LA IMPORTANCIA DEL CAPÍTULO OBJETO DE ANÁLISIS.
  6. EL MOVIMIENTO PANGERMANISTA.
  7. EL PARTIDO SOCIALCRISTIANO.
  8. CUADRO COMPARATIVO.
  9. LOS PRINCIPIOS DE ACCIÓN POLÍTICA.
  10. LA CAUSA GENERAL.
  11. INCOMPATIBILIDAD ENTRE AMBOS PRINCIPIOS.
  12. LA CAUSA ESPECÍFICA.
  13. CUESTIONES SOBRE LA DENOMINACIÓN.
  14. HACIA UNA NUEVA IDEA.
  15. CONCLUSIONES.

 

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5. RAZONES DE LA IMPORTANCIA DEL CAPÍTULO OBJETO DE ANÁLISIS

 

“…Viena debió ser y quedar para mí simbolizando la escuela más dura y, a la vez, la más provechosa de mi vida. Había llegado a esta ciudad cuando todavía era adolescente, y me marchaba ahora convertido en un hombre taciturno y serio. Allí asimilé, en general, los fundamentos para una concepción ideológica y, en particular, un método de análisis político. Posteriormente, jamás me abandonaron esos conocimientos, que después no hice más que complementar en parte. Sólo hoy puedo apreciar yo mismo en toda su magnitud el verdadero valor de aquellos años de experiencia.
Por eso me he ocupado aquí más detalladamente de aquella época que me proporcionó el primer material de estudio, precisamente en los problemas que son básicos dentro de nuestro Partido…”[1]
.

 

Si bien a lo largo de “Mein Kampf” Hitler ofrece numerosos párrafos que permiten identificar los principios de acción política, es en el ya citado Capítulo III donde estos son más y mejor desarrollados, ilustrándolos mediante ejemplos de su propia experiencia personal en Viena. Según el propio Hitler, las ideas y acontecimientos que corresponden a esta etapa de su vida resultaron de gran significación para su formación política e ideológica.

Hitler señala que a partir de la década de 1880, los alemanes del Imperio austro-húngaro experimentaron un rechazo general contra el Liberalismo Manchesteriano[2]. De esta reacción surgieron dos partidos políticos, uno más nacionalista y otro más socialista: el Movimiento Pangermanista de Georg Ritter von Schönerer, y el Partido Socialcristiano de Karl Lueger.

Para Hitler, fue un valioso y trascendente objeto de estudio el proceso de formación y ocaso del Movimiento Pangermanista, y el asombroso desarrollo del Partido Socialcristiano.

En sus primeros tiempos, el Movimiento Pangermanista era de carácter popular, con suficientes adeptos para convertirse en una verdadera avalancha. No obstante, su éxito no duró, y tras su magnífica ascensión, comenzó a decaer. Al tiempo en que Hitler llega por primera vez a Viena, el Movimiento Pangermanista había sido sobrepasado por el Partido Socialcristiano, alcanzando a desarrollar gran virulencia y el apogeo de su gloria; sin embargo, las graves consecuencias de la Primera Guerra Mundial impidieron que el partido de Lueger alcanzara el éxito definitivo.

Lueger logró con éxito todo lo que emprendió en el terreno práctico, en cambio, no logró su objetivo de salvar al Imperio austro-húngaro. Por otro lado, Schönerer no consiguió liberar a los germanos del Imperio austro-húngaro, pero aquello que él previó se realizó en forma terrible.

Estudiando y comparando a ambos partidos, y además de reconocer sus respectivos méritos, Hitler se avocó a determinar las causas que habían provocado la ruina del Movimiento Pangermanista y la infructuosidad del Partido Socialcristiano. Entre estas causas, Hitler identifica un conjunto de errores políticos que impedían a ambos partidos dar origen al movimiento que el futuro Führer esperaba. Estos errores, que representan lo que según Hitler “no había que hacer”, a su vez sirven para reconocer aquello que “sí debía hacerse”, y que efectivamente hizo el NSDAP.

Fue a partir de estos hechos que Hitler identificó los principios de acción política que en el futuro regirían al Nacionalsocialismo. A continuación, expondremos las reflexiones que llevaron a Hitler a identificar estos principios, y de los cuales también nosotros nos serviremos para realizar nuestro ejercicio.

 

I. EL MOVIMIENTO PANGERMANISTA

 

Adolf Hitler expone que fue mérito del Movimiento Pangermanista haber establecido, en forma clara y terminante, la diferencia entre la lealtad a la propia sangre y el patriotismo dinástico; entre el amor a la propia raza y el respeto a una determinada forma de gobierno. Junto con afirmar esta distinción, los pangermanistas proclamaron que el respeto hacia la autoridad del Estado (gobierno) no era un fin en sí mismo; el respeto y cooperación hacia la autoridad del Estado solamente podrían exigirse cuando ésta ha respondido a las necesidades de una determinada nacionalidad, o por lo menos, no ha resultado perniciosa para ella. Por lo tanto, si un gobierno, intencionada o negligentemente, precipitase a una nacionalidad hacia la ruina, surge el deber de rebelión para cada miembro de ese pueblo. Posteriormente, Hitler expresaría explícitamente su adhesión a esta idea del Movimiento Pangermanista[3].

La aplicación de este principio se tradujo en que el Movimiento Pangermanista, contrariando la hasta entonces sobrevalorada teoría del Estado, se atreviese a atacar directamente a la antigermana monarquía de los Habsburgo. A diferencia del Partido Socialcristiano, el Movimiento Pangermanista no sólo pretendía salvar a los germanos en lugar del Imperio, sino que deseaba y anunciaba la pronta caída de este último.

Al ser Schönerer un pensador más profundo que Lueger, fue capaz de penetrar en la esencia misma de los problemas fundamentales. Gracias a esto, consiguió prever con exactitud el desastroso fin del Estado austriaco. Incluso Hitler llega a afirmar, que de haberse dado oído sus advertencias, jamás hubiera sobrevenido la fatalidad de la Primera Guerra Mundial.

Si bien Schönerer elaboró concepciones fundamentales para la defensa del pueblo germano, su falta de conocimiento sobre el carácter de los hombres, e incapacidad para verificar el valor existente en ellos, le impidió identificar la manera correcta para transmitir sus ideas hacia la masa popular.

 

 

Causas de la caída del Movimiento Pangermanista

Si bien su objetivo era cierto y su voluntad pura, el camino seguido estaba errado. Hitler identifica tres causas de la caída del Movimiento Pangermanista:

  1. Desconocimiento práctico de la importancia del problema social, del potencial revolucionario de las masas populares, y de la propaganda.

Al no reconocer la importancia de la cuestión social, el Movimiento Pangermanista se privó a sí mismo de reclutar las fuerzas presentes en la masa popular: sólo en ella existía el suficiente potencial revolucionario y espíritu de sacrificio para el triunfo de una causa. Al ignorar esto, el Movimiento Pangermanista no dio un adecuado uso a la propaganda. Esta herramienta debía permitirle llegar a amplios sectores de la sociedad y abordar problemáticas que, por desgracia, no consideró debidamente.

Por otro lado, el Movimiento Pangermanista se dirigió principalmente a las capas burguesas, las que, por lo general, son altamente dependientes de sus intereses económicos, y carentes de suficiente espíritu combativo. Por esta razón, a pesar de ser un partido de ideas revolucionarias, lograba únicamente resultados débiles e inofensivos. Por eso devino en un partido burgués y moderadamente radical, incapaz de formular críticas sustanciales, terminando finalmente por aceptar el status quo.

En síntesis, las ideas revolucionarias del Movimiento Pangermanista carecieron de los revolucionarios necesarios que debían llevarlas a cabo, carencia que, a su vez, nos introduce al segundo error de este partido.

  1. Desconocimiento de los efectos del parlamentarismo al interior el movimiento: adaptación negativa al Sistema y asimilación de sus defectos.

Ya que el parlamento promovía lentamente la destrucción de los germanos, surgía la necesidad de eliminarlo definitivamente. Ante esto existían dos alternativas: un ataque externo, dirigido contra la institución misma del parlamentarismo, o bien, un ataque interno, ingresando en el parlamento para minarlo por dentro.

Para dirigir un ataque externo era preciso estar decididos a cualquier sacrificio, incluso a un sangriento fin, todo lo cual era sólo posible con apoyo de la masa popular. Al carecer del apoyo de ésta, el Movimiento Pangermanista no tuvo más opción que ingresar al parlamento mismo.

En lugar de optar por asambleas públicas para comunicar sus ideas a la masa popular, prefirieron el foro del parlamento. Sin embargo, en dicho espacio solamente podían ser escuchados por parlamentarios sin interés en aprender nuevas concepciones. Además, la prensa no informaba íntegramente lo expresado por los pangermanistas en el parlamento, sino que mutilaba y modificaba sus discursos, generando así impresiones equivocadas.

En lugar de revolucionarios, el partido pasó a contar con parlamentarios. En lugar de luchar, se aprendió a “hablar”, “negociar” y a servirse de la elocuencia parlamentaria. De ese modo, el parlamento convirtió al Movimiento Pangermanista en un club de disertaciones académicas.

Ya que las grandes reacciones populares sólo pueden ser impulsadas por el efecto de la oratoria, haber renunciado a hablar frente a la asamblea pública significó al Movimiento Pangermanista perder importante potencial revolucionario. Situaron su punto de apoyo en las cámaras y no en el pueblo, prefiriendo un éxito fácil y pasajero, a otro difícil pero permanente.

  1. Concepción errada sobre la relación política/religión y falta de conocimiento sobre psicología de masas.

La monarquía de los Habsburgo, que aspiraba a desgermanizar y eslavizar el Imperio, se sirvió de las Iglesia Católica para alcanzar su cometido. Estableciendo parroquias católicas en distritos alemanes (generalmente protestantes), los curas checos subordinaron los intereses de la Iglesia a los de la nacionalidad checa, contribuyendo así al proceso de desgermanización deseado.

Ante esto, Schönerer reconoció la siguiente premisa: el problema radicaba en que la cabeza de la Iglesia Católica, el Papa, se hallaba fuera de Alemania, motivando incomprensión hacia los intereses de los germanos, y un fomento de las pretensiones eslavas. De esto, concluía que era necesario dirigir una lucha contra la Iglesia Católica.

Sin embargo, Schönerer se encontraba equivocado tanto en su premisa como en su conclusión.

Su premisa era equivocada, ya que, si bien era cierto que el clero germano era más débil que el checo a la hora de defender los intereses de su respectiva nacionalidad, este fenómeno no era consecuencia del catolicismo, sino de un defecto general presente en el pueblo alemán.

Cada vez que el pueblo alemán debía defender alguna idea abstracta, ésta se traducía en conceptos tan doctrinarios e inflexibles que toda necesidad vital colectiva resultaba subordinada a dicha idea. Esto se debía a una educación negativa que, además de promover una sumisión ciega hacia ideas abstractas, no estaba comprometida a enseñar los intereses de la propia nacionalidad, ni tampoco a impulsar la debida dedicación hacia los mismos.

El Movimiento Pangermanista había concluido la necesidad de luchar contra la Iglesia con el íntimo convencimiento de que sólo así era posible salvar al pueblo germano, sin embargo, fue necesario haber planteado en sus comienzos una cuestión previa: ¿Era posible preservar a los germanos bajo la égida de la religión católica? Si se contestaba afirmativamente, el Movimiento Pangermanista jamás debió mezclarse en cuestiones religiosas; si, por el contrario, la respuesta era negativa, entonces debió haberse propiciado una reforma religiosa, pero nunca un partido político.

Según Hitler, mientras las religiones no socaven la moral de una raza, los partidos políticos deberán abstenerse de intervenir en ellas. Incluso si autoridades eclesiásticas emplearen instituciones y doctrinas para dañar los intereses de una nacionalidad, jamás debe combatírsele con iguales armas. Para Hitler, las doctrinas e instituciones religiosas de una nacionalidad deben ser respetadas por su Führer como inviolables; de otro modo, éste deberá renunciar a ser político y aceptar convertirse en reformador religioso.

En síntesis, la conclusión de Schönerer, en cuanto a la necesidad de luchar contra la Iglesia Católica, era errada, ya que el Movimiento Pangermanista ni siquiera debió involucrarse en contiendas religiosas. Su acción contra la Iglesia Católica lo desacreditó en numerosos sectores de las clases media y baja, restándole así infinidad de energías aprovechables para su objetivo.

Este error fue producto de su falta de conocimiento sobre psicología de masas. El Movimiento Pangermanista debió concentrar su acción contra un único adversario[4]. Al mostrar dos o más adversarios a la masa popular, se dispersó y debilitó su fuerza combativa. Se disminuye la convicción ante la legitimidad de la propia causa, ya que se hace surgir la duda sobre si realmente todos los adversarios estarán equivocados, o es más bien la propia misión la que se encuentra errada.

 

II. EL PARTIDO SOCIALCRISTIANO

 

Lo contrario a lo que sucedía en el Partido Pangermanista tenía lugar en el Partido Socialcristiano: allí donde aquellos cometían errores, estos procedían de forma precisa y sistemática. El camino elegido por el Partido Socialcristiano fue sabio y firmemente determinado, sin embargo, le faltó el conocimiento exacto sobre su objetivo.

Enfatizando en su carácter social y conociendo la importancia de las masas populares, este partido se consagró a conseguir de las clases media y trabajadora partidarios fieles, permanentes y sacrificados. Por aquel entonces, la clase media veía amenazada su existencia, y fue principalmente sobre ella que se cimentó el partido.

Reconoció la importancia de la propaganda, consiguiendo influir en el ánimo de la gran masa de sus adeptos.

Evitó controversias con instituciones religiosas, y se aseguró el apoyo del clero joven de la Iglesia Católica. A su vez, sólo presentaba a la masa popular un único adversario.

Según Hitler, Karl Lueger tenía valiosas habilidades tácticas. Poseía un extraordinario conocimiento sobre los caracteres humanos, teniendo especial cuidado en no considerar a las personas mejor de lo que en realidad eran. Al ser capaz de reconocer las fuerzas humanas aprovechables, y el potencial útil de ciertas instituciones usualmente desestimadas, consiguió mayores posibilidades de éxito que Schönerer.

Junto a sus habilidades tácticas, Hitler reconoce en Lueger el talento de un reformador grande y genial, inspirado en ambiciosos objetivos prácticos, aunque siempre enmarcados dentro de sus propias capacidades.

A diferencia de Schönerer, el trabajo político de Lueger tendía a salvar al Imperio austro-húngaro. Aspiraba a conquistar políticamente Viena, corazón del Imperio, y desde allí sanear los defectos existentes en el resto del Imperio. Por desgracia, no previó que la acción de su partido había llegado demasiado tarde, y que debido a la gravedad de los problemas existentes, el Imperio austro-húngaro ya no podía ser salvado.

 

El fracaso del Partido Socialcristiano

Al igual que en el caso de los pangermanistas, Hitler identificó tres causas que impidieron al Partido Socialcristiano cumplir su objetivo:

  1. Rechazo a la adopción de principios racistas y a su aplicación en la búsqueda de adeptos.

Según el Partido Socialcristiano, para salvar el Imperio austro-húngaro no debía invocarse principios racistas, ya que de hacerse, se generarían tendencias disociadoras que podrían llevar a la disolución del Estado. Por otro lado, sostenían que debía fomentarse todo lo que tendiera a la unificación.

Mediante esta postura tolerante y no-racista se buscó ganar adeptos entre la numerosa población no-alemana de Viena, constituida principalmente por pequeños artesanos de origen checo. Equivocadamente, pretendieron superar las diferencias “raciales” (en realidad, nacionales) apelando a luchar contra un enemigo común, que ellos reconocían en el Liberalismo Manchesteriano.

Esta concepción no-racista necesariamente llevaría a la segunda causa de la infructuosidad del Partido Socialcristiano.

  1. Desconocimiento de la importancia del sentimiento nacional, y rechazo al objetivo de unificación y resurgimiento de la Nación.

El Partido Socialcristiano pretendía salvar al Imperio soslayando sutilmente el problema de la convivencia entre sus múltiples nacionalidades; así, y sin saberlo, este partido contribuía a la ruina de aquello que pretendía salvar.

Si para el Partido Socialcristiano mantener un Estado constituido por diferentes nacionalidades exigía un sacrificio, la defensa de pueblo germano le significaba otro mucho mayor. A diferencia del Movimiento Pangermanista, a la hora de decidirse entre la defensa de los germanos y la del Imperio, optaron por lo segundo. Por esa razón, ni en sus ideas ni en sus acciones eran nacionalistas, demostrando con ello no tener como finalidad conseguir un verdadero resurgimiento alemán.

Al renunciar al nacionalismo, el Partido Socialcristiano perdió la única poderosa fuente de energía que podía suministrar fuerza a su movimiento. De este modo, terminó por convertirse en un partido como cualquier otro.

  1. Antisemitismo[5] basado en razones religiosas y no raciales.

El antisemitismo del Partido Socialcristiano se fundaba en razones religiosas y no raciales. Este seudo-antisemitismo parecía buscar simplemente una nueva conversión religiosa de los judíos. Al ser esto así, a un judío le bastaba adoptar una nueva fe religiosa para protegerse a sí mismo y a su comercio. Finalmente, los judíos lograron acostumbrarse a esta débil oposición.

Al abordar el problema desde un punto de vista religioso, sólo se logró persuadir a círculos intelectuales restringidos, apartando a muchos adeptos que no adherían a un antisemitismo de estas características. Incluso llegó a sostenerse que este tipo de antisemitismo se trataba de una cierta envidia hacia los judíos. Esto hizo que el partido tomara apariencia inmoral y reprobable para muchos adeptos valiosos, no pudiendo generar la convicción de que la solución a la cuestión judía era un asunto de vital importancia.


6. CUADRO COMPARATIVO

 

A continuación, y a modo de resumen, proceden a enunciarse uno a uno los errores políticos que según Hitler impidieron el éxito a cada partido:

cuadro

Los errores de cada partido son a su vez aspectos que impedían a ambos convertirse en el movimiento capaz de asegurar la existencia y conservación del pueblo alemán, movimiento que, para Hitler, no podía ser otro que el Nacionalsocialismo. Por lo tanto, cada vez que Hitler determina los errores cometidos por ambos partidos, está a su vez indicando aquello que a éstos faltó para convertirse en un movimiento nacionalsocialista. A contrario sensu, siempre que Hitler nos señala cuáles ideas o acciones impidieron a cada partido convertirse en movimiento nacionalsocialista, nos está indicando también qué ideas y acciones sí deben verificarse para su conformación.

Del análisis de los errores de cada partido fácilmente puede enunciarse lo que a cada uno faltó para encarnar el Nacionalsocialismo: mientras el Partido Socialcristiano careció de Nacionalismo, al Movimiento Pangermanista faltó el Socialismo. Si bien esta última afirmación es correcta, resulta insuficiente, ya que persiste la interrogante sobre qué tipo de “Nacionalismo” y “Socialismo” fue el que a cada partido faltó, y que a su vez, requiere el Nacionalsocialismo para ser tal.

 

7. LOS PRINCIPIOS DE ACCIÓN POLÍTICA

 

A partir de los errores del Partido Socialcristiano, podemos decir que a éste faltó un Nacionalismo concebido/aplicado según principios racistas, y dotado de voluntad para resistir y defenderse de las vulneraciones del Estado (en adelante, Nacionalismo racista); por su parte, al Movimiento Pangermanista faltó un Socialismo de carácter revolucionario, basado en la psicología de masas y la interacción permanente con los sectores populares (en adelante, Socialismo popular). La relevancia dada por Hitler a estos principios de acción política da a entender que se trató de requisitos indispensables para la existencia del Nacionalsocialismo, al punto de que sin ellos resultaría imposible considerar a una agrupación como nacionalsocialista.

Mediante un análisis integral de “Mein Kampf”, especialmente del ya referido Capítulo III, y sintetizando en extremo los elementos definitorios del método y principios de acción que le son inherentes (distinto a la cosmovisión, reiteramos), podemos afirmar sin temor a equivocarnos que el Nacionalsocialismo fue un movimiento político, popular y racista.

No obstante lo dicho, hay agrupaciones que a pesar de ser conscientes de no reunir los principios del Nacionalismo racista y el Socialismo popular, insisten en calificar a sus agrupaciones como “nacionalsocialistas”. Quienes así proceden, se justifican afirmando que no es indispensable reunir ambos para configurar un movimiento nacionalsocialista, bastando solamente encarnar aquel que según ellos sería el “esencial”. Sin embargo, esta atribución de un carácter “esencial” a alguno de los principios es puramente arbitraria, y sólo se basa en interpretaciones particulares. Y es que si Hitler hubiese considerado al Nacionalismo racista como lo fundamental, no hubiese criticado al Movimiento Pangermanista que bien representaba este principio; de igual modo, no hubiese cuestionado al Partido Socialcristiano si para él lo primordial hubiese sido el Socialismo popular. De no haber mediado alguna de estas críticas, tal vez incluso se habría dispuesto a colaborar o militar en la organización que encarnase el principio de acción política que considerase fundamental, sin embargo, esto no ocurrió, ya que para Hitler ambos eran carentes en igual medida.

Tanto el Nacionalismo racista como el Socialismo popular son principios indispensables para la acción política nacionalsocialista. Por lo tanto, una agrupación que reivindique un sentimiento nacional basado en ideas racistas, pero que a su vez careciere de carácter revolucionario e interés por los problemas sociales, nunca sería nacionalsocialista; de igual modo, una agrupación revolucionaria y dispuesta a enfrentar problemas sociales, pero que no se basare en un Nacionalismo concebido y aplicado según principios racistas, tampoco podría serlo. Con mayor razón carecerán de todo carácter nacionalsocialista aquellas agrupaciones que no encarnen ninguno de ambos principios de acción política.

A estas alturas, se nos presenta el desafío de determinar si en Chile existe o ha existido algún movimiento verdaderamente nacionalsocialista, es decir, que teórica y prácticamente reúna o haya reunido las ya referidas naturaleza y principios de acción política.

Sin embargo, antes de estudiar casos particulares de movimientos que eventualmente podrían reunir estos elementos, conviene reflexionar si es siquiera posible que en Chile confluyan en un mismo movimiento tanto la naturaleza política como el Nacionalismo racista y el Socialismo popular. Si realizada esta reflexión concluimos que en Chile existen ciertas causas insuperables que impiden la confluencia de la naturaleza y principios de acción que permiten la existencia del Nacionalsocialismo, entonces no hará falta evaluar una a una la situación de las agrupaciones chilenas, pudiendo afirmarse, sin temor a errar, que en Chile no hay movimientos verdaderamente nacionalsocialistas, por la sencilla razón de que en nuestro país ellas nunca podrían llegar a existir.

 

8. LA CAUSA GENERAL

 

Según Hitler, la causa que motivó los errores de los dos partidos analizados, y que a su vez imposibilitó el surgimiento de un movimiento nacionalsocialista, fue el carácter mismo del Estado en el Imperio autro-húngaro.

Como ya se ha indicado, el Imperio austro-húngaro estaba dotado de una población multinacional de la que sólo el 20% era de origen alemán. A esto se sumaba la existencia de un parlamento cuyas prácticas e integrantes neutralizaban los intentos de transformación del Sistema, sin representarse debidamente los intereses de la población germana. Finalmente, el Imperio se encontraba dirigido por una monarquía destacada por dar preferencia a los intereses eslavos, y menoscabar la integridad e intereses de los germanos. Este escenario indujo a que los dos partidos analizados se adaptaran negativamente al contexto, llevando a que uno renunciara al Nacionalismo racista, y que otro hiciera lo mismo con el Socialismo popular.

Curiosamente, la causa general que en el Imperio austro-húngaro imposibilitó el surgimiento de un movimiento nacionalsocialista, es idéntica a la que lo ha impedido en Chile. Salvo casos de falta de valentía, voluntad, o ignorancia, ha sido la configuración del Estado chileno la que ha provocado la inaplicabilidad del Nacionalismo racista y el Socialismo popular de manera conjunta. Esta inaplicabilidad se produce por la incompatibilidad que surge entre ambos principios al momento de su puesta en práctica, fenómeno que explicaremos a continuación.

 

Notas

[1] (Mein Kampf; cap III; vol. 1)
[2] Escuela económica que presuponía al egoísmo como fuerza motriz de la Economía y la Sociedad, y que Hitler consideraba como expresión del Judaísmo.

[3]En general, no debe olvidarse que la finalidad suprema de la razón de ser de los hombres no reside en el mantenimiento de un Estado o de un gobierno: su misión es conservar su Raza. Y si esta misma se hallase en peligro de ser oprimida o hasta eliminada, la cuestión de la legalidad pasa a un plano secundario. Entonces poco importará ya que el poder imperante aplique en su acción los mil veces llamados medios «legales»; el instinto de conservación de los oprimidos podrá siempre justificar en grado superlativo el empleo de todo recurso” (Mein Kampf; cap III; vol. 1).

[4] Según Hitler, la capacidad de hacer que distintos adversarios parezcan pertenecer a un mismo bloque consiste en un admirable talento.

[5] Si bien en su obra Hitler utiliza la palabra “antisemitismo”, analizando su uso podemos advertir que aquello a lo que se refiere es más bien “antijudaísmo”, ya que en cada oportunidad en que así procede, se está refiriendo a cuestiones únicamente relativas al pueblo judío. No obstante, y hecho este alcance, se empleará de todos modos, respetando el sentido original de sus expresiones.

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