No es que el feminismo esté acabando con los hombres. Es que para que exista el feminismo ya no debía haber hombres. Y eso es lo que ha pasado. Los hombres de verdad no piden que nadie los defienda, pueden hacerlo por ellos mismos.
Exponer las mierdas del feminismo, ya es en sí una actitud progresista y una muestra de debilidad. Los hombres de antes no gastaban su tiempo ni su energía en eso. Eran guerreros y organizaban clanes, tribus, comunidades y sociedades de guerreros. Ya dos hombres eran una hermandad. Ahora no se pueden conseguir ni un par de ellos.
Cuando hay que imponer la ley a un hombre, se apersonan un grupo de hombres armados a imponerla. Son unos mercenarios de uniforme contratados por el feminismo, el progresismo o lo que sea. Por lo tanto todo sigue igual: hombres contra hombres. Mercenarios armados contra débiles amariconados tilingos indefensos. O quizás contra un hombre verdadero que ha sido inteligentemente aislado por el sistema. Los que escriben sobre la mierda del feminismo, comienzan a ser feministas al dejar a ese hombre solo, librado a su suerte y a la deriva. El sistema lo destruirá mientras escribimos o hablamos cosas que solo leemos y «vivimos» virtualmente. Comenzamos a ser entonces peor que el feminismo, nos convertimos en onanistas de la masculinidad.
Primeo hay que ver el porte y la actitud de un hombre. No tiene derecho a decir nada quien no tenga esas dos cualidades como hombre. No es tan difícil. Está probado que un grupo pequeño y decidido es inamovible. Hay que quitar primero del medio a los hombres que apoyan la destrucción de los otros hombres. Primero a ellos: funcionarios de todo tipo y forros a sueldo de una ideología enemiga.
Cuando nos fijamos tanto en lo que hacen las mujeres feministas, comenzamos a ser feministas. A un hombre de talla no le importa eso. Que se pongan en tetas o se metan cosas por el culo. ¿Qué importancia tiene? Cada uno hace con su culo y con sus tetas lo que quiera. Eso sí: cuando un funcionario vaya contra un hombre injustamente, debería ser tratado como tratarían los judíos a uno de los suyos que levantara un esvástica en Tel Aviv.
Rasgarse las vestiduras es de imbéciles, de progres, de feministas.