La vida pasa rápido. Los hijos de puta se vuelven más hijos de puta con el tiempo. Los nobles se vuelven más nobles. La esencia de las personas no cambia.
Más cerca de la muerte, algunos comenzamos a comprender y a valorar en su totalidad un tipo de muerte. Vemos a nuestro alrededor, a los cobardes arrastrarse y fingiendo ser inmortales. Los vemos seguir jodiendo a los demás, cuando ya la sangre les circula menos y las piernas comienzan a no responderles.
Entonces se agiganta la figura de los muertos que estuvieron a la altura de las circunstancias, a la altura de sus mejores antepasados, a la altura de sus dioses. El suicidio, el combate, el exilio, la prisión o el dolor masticado como único alimento en una oscura pensión del fin del mundo. Yo los he conocido, pero ya no los encuentro a mi alrededor.
Ahora que yo mismo me voy acercando a la indefectible aventura de la muerte, me doy cuenta que el mundo de los muertos es más extenso y más real que este mundo miserable. Pero no todos los muertos son parte de esa nación bella y eterna. Sólo los que se han convertido en semidioses pueden formar parte de ella.
El enemigo sigue contaminando el profundo río de la sangre, para que se diluya el mito donde nuestros muertos sagrados sobreviven. Algunos creen que buscamos una pureza material, de colores solamente. Están equivocados. La luz no es un color. La luz es un mundo que necesita guerrear con las tinieblas para sobrevivir. por eso somos hijos de la guerra, hijos de muertos que no conocimos pero que amamos con devoción. Muertos que son mucho más nuestra sangre, que nuestro entorno más cercano sin consciencia.
La muerte es parte del mito y el mito es parte de la muerte. Sembremos el mundo de una furia inextinguible, de todo lo que ellos no comprenden porque no forma parte de su esencia. Porque tampoco hace ninguna falta que comprendan y tanto mejor si no lo hacen. Que mueran su muerte total, su muerte oscura. Nosotros hemos muerto muchas veces, porque vivimos a través de los ojos de los muertos, de sus afanes y dolores.
En las banderas negras está todo lo que necesitamos saber. En la sangre está todo lo que necesitamos sentir. En la noche que el sol negro ilumina está todo lo que necesitamos aprender. Lo demás sobra. Lo demás no es nuestro. Lo demás será arrasado por el fuego de los muertos, que se enciende y crece cada día en nuestra consciencia, como una inmutable energía que nos atraviesa y necesita estallar.