A menudo leo que tal o cual grupo destruye al hombre blanco: los judíos, los negros, los chinos, los islámicos o los amerindios. Ciertamente cada grupo humano maneja su poder como mejor le parezca, pero no creo que sea ese el fondo de la cuestión.
La destrucción del hombre blanco es una decisión tomada por los mismos blancos desde hace milenios. La adopción de ciertos «ismos» es principal la causa: cristianismo, capitalismo, marxismo, sin ir más lejos. Hasta el «nacionalismo» entra a mi juicio en ese juego. Los indoeuropeos antiguos, el hombre blanco en su cenit, nunca fue nacionalista en el moderno sentido del término.
De hecho decir una y otra vez que otro nos destruye, es una clara muestra de debilidad. Y lo primero que debemos tener en cuenta, es que los más asombrados e indiferentes si nos manifestamos abiertamente como «hombres blancos» , serán los demás blancos, que mostrarán inmediatamente su rechazo o directamente no entenderán nada de lo que estamos diciendo. Los demás grupos sí comprenderán perfectamente de qué estamos hablando. De tal situación podemos inferir que el más imbécil, el más relajado y repugnante destructor de nuestra identidad, es quien debería defenderla con nosotros.
La supervivencia de un grupo es enemiga de la democracia liberal y demás ideologías modernas, incluyendo las religiones abrahámicas, por lo tanto la primera reacción de quien se esfuerza por sostener la propia supervivencia, debería ser hacerle sentir presión al único enemigo que puede en realidad destruirnos: el enemigo interno. Con los demás enemigos podemos ganar o perder, empatar, incluso dialogar o pactar un armisticio si nos conviene, con el enemigo interno no podemos hacer nada de eso, porque ese es el verdadero destructor de nuestra identidad.
El hombre blanco tiene todavía a nivel global todos los recursos humanos y materiales para sobrevivir y desarrollarse, si no lo hace es porque esa voluntad ya no existe entre sus filas, y recordemos que la policía ideológica que controla cualquier reacción, no podría hacerlo sin la colaboración de los blancos enemigos de su raza que la componen y la sostienen.