Hubo un tiempo, en el que los pueblos del continente no eran enemigos entre sí. Cada uno con su propia identidad, y nosotros los criollos fraternalmente unidos. Ese tiempo ha quedado atrás, tanto que para la mayoría es como si nunca hubiera existido: Pero existió. Nadie perseguía a nadie por su raza o religión: los únicos enemigos eran los enemigos de la unidad del continente.
América de los pueblos, cada uno en su área de influencia: en un continente tan extenso hay lugar para todos, mientras nos respetemos entre nosotros y aceptemos que cada identidad puede tener un área de influencia y de desarrollo. Por otra parte, todos sabemos cuáles son esos espacios y no es difícil determinarlos y convivir, la relación población territorio nos es muy favorable para eso.
Luego vino la derrota de los pueblos, la confusión, el universalismo abstracto, las ideologías foráneas, el capitalismo devastador y la entrega miserable. Fuimos olvidando aquel tiempo mítico, a sus héroes, todos los sacrificios hechos por su militancia.
Somos criollos: no somos enemigos de nadie que nos respete, somos hermanos de los demás pueblos del continente si reconocen nuestra identidad. Hubo un tiempo, en el que los pueblos de este continente no tenían el tipo de fronteras que tienen ahora. Eran los tiempos de Perón, de Getulio Vargas, de los líderes populares amricanos y de los movimientos de Tercera Posición.
No es coherente buscar espejos extra continentales, cuando basta con conocer las epopeyas de los nuestros. Dejemos el odio para los enemigos comunes. Cada uno es lo que es y tiene derecho a serlo. Traidores hay de todas las razas: mi hermano es quien sangra conmigo en la misma trinchera. No es necesario que tengamos idéntica identidad para enfrentar un enemigo común. Lo que sí es necesario, es respetar la identidad de cada cual.
Ya lo hicimos una vez: nuestra única alternativa de supervivencia es volver a hacerlo.