Frente a los hechos ocurridos en el Manchester Arena, la visión de Katy Perry es equivocada al asumir que los seres humanos pueden, y deben, sencillamente coexistir en un medio sin barreras ni fronteras. Con esto, se asume que los seres humanos pueden relacionarse los unos con los otros sin importar las diferencias que tengan, pues espontáneamente puede brotar un entendimiento mágico tipo Ami, el Niño de las Estrellas. Ahora bien, de esto no existe ningún antecedente en la historia de la humanidad, por lo que no hay ninguna razón para creer que la coexistencia de pueblos distintos no termine en estallidos de violencia, crímenes, o el establecimiento de una cultura hegemónica que anule a las culturas menos poderosas, donde éstas últimas terminan aculturizándose hasta olvidar sus propias tradiciones. A menos que Katy Perry haga referencia a ‘coexistir’ como la sencilla presencia de pueblos distintos en el mismo, con todo lo que eso ocasione. De ser así, podemos esperar que la escalada de violencia continúe y empeore.
En la nota “Hecho en Casa”, publicada en el diario Las Últimas Noticias el 24 de Mayo de 2017, Cristóbal Bellolio toma el asunto y lo entiende y explica a través de una dinámica de ganadores (los que se adaptan) y perdedores (los que no se adaptarían a la sociedad). Así, los terroristas serían los grandes perdedores de la sociedad (a los que trata de perdedores locales), “porque fallaron en la tarea de integrarse a la sociedad”. Bellolio asume, entonces, que existiría una suerte de intencionalidad humana en integrarse a la sociedad, un afán individual por pertenecer a un conjunto – lo que, dada la naturaleza social del ser humano, es en parte así. Sin embargo, olvida un detalle: no es a la sociedad a la que estos elementos no se están adaptando, sino una sociedad, es decir, una de tantas. Por tanto, al no existir un único modelo de sociedad al que todas las culturas quieren apuntar, asumir que todos los seres humanos querrían vivir en (y, por tanto, querrían adaptarse a) un tipo especial de sociedad sería un error, por mucho que creamos fervientemente que nuestro modelo occidental de sociedad es el mejor.
Que una sociedad tenga estándares de vida y normas de convivencia logrados luego de siglos de esfuerzo que una cultura invirtió en dicha labor no significa que toda cultura tendrá que valorar necesariamente los logros de la cultura antes mencionada. De esta manera, tenemos emblemáticos casos de flujos humanos de culturas ajenas a la hegemónica, con estándares notablemente más bajos que la cultura albergadora, tratando de transformar (ya sea de manera consciente como inconsciente) a la sociedad que los hospeda en una sociedad que se asemeja a aquélla de la cual provino el flujo. Y en este intento de transformar a la sociedad albergadora es cuando se producen atentados y ataques como los que hemos atestiguado de manera creciente en la última década. De esta manera, no se trataría de simples perdedores de la sociedad, sino de elementos que estarían tratando de transformar la sociedad, arrastrándola hacia sus derroteros y hundiéndola en el miedo, la alerta y la tensión, es decir, serían ellos los ganadores, porque estarían consiguiendo su objetivo de ellos transformar a la sociedad albergadora, y no la sociedad albergadora transformarlos a ellos.