Continuando con el comentario de Cristóbal Bellolio sobre el terrorismo islámico, éste también falla al apuntar a este terrorismo como un asunto doméstico, como si bastara que alguien nazca en Inglaterra para ser inglés:
Es decir, el problema de seguridad no parece estar en la inmigración –como alega la derecha que empujó el Brexit- sino en la radicalización doméstica.
Bellolio hace mención a la nacionalidad inglesa de Adrian Russell –quien se cambió el nombre a Khalid Masood, luego de su conversión al Islam–, atacante de Westminster. Esto mismo había sido hecho notar anteriormente, como una manera de desvirtuar las razones que están dando auge a la xenofobia e islamofobia a través de Europa, como si la familia de Russell/Masood hubiera sido nativa de Inglaterra… o de Europa. Mismo caso con Salman Abedi, quien puso artefactos explosivos en un concierto de adolescentes. Nacido en Inglaterra, Abedi era hijo de inmigrantes norafricanos, no de una familia nativa de Europa.
Russell y Abedi, ambos travestidos de occidentales hedonistas e intrascendentes payasos adaptados a la sociedad durante sus adolescencias, encuentran en sus orígenes, es decir, el origen de sus padres, una razón por la cual vivir, morir y matar. Ninguno de los dos apela a los sajones ni normandos para iluminar el sendero del Reino Unido, sino que ambos se lanzan en la búsqueda febril de la instalación del Califato en Europa para barrer con la decadencia. Y barrer con la decadencia significa barrer con Occidente, puesto que, para ellos, Occidente y decadencia son sinónimos. La Jihad es la guerra santa contra los infieles, e infiel es todo aquél que no está bajo Sumisión.
Abandonando un estado de inclusión inicial a la sociedad, comienzan a sentirla ajena al no llenar Occidente los requerimientos étnicos y culturales que les son más propios a su naturaleza, la que no sólo se manifiesta a través de rasgos anatómicos, sino también psicológicos y etológicos. ¿Por qué tendría que, justo ahora, funcionar la diversidad a través de la horizontalidad de la sociedad?
La inmigración no europea está siendo un problema, y si sin ella –y sin las ideas provenientes no de suelo doméstico, sino de suelo desértico más allá de las fronteras de Europa– no hubiesen existido los ataques de Westminster, Manchester Arena y el metro de Londres, es porque la solución es detenerla ahora. Y con efecto retroactivo.