Tere Marinovic, la directora de la Fundación Nueva Mente, es algo así como la representación de todas las cosas que causan molestias en la gente de izquierdas: mujer antifeminista, blanca, de ascendencia europea, perteneciente a la clase alta, defensora del modelo económico neoliberal, madre de un montón de hijos, etc. Y además de todo lo anterior, Tere Marinovic es activa e inexorablemente facha, lo que eleva a la potencia todo el malestar que puede generar la sola existencia de Marinovic. En cuestiones ideológicas y filosóficas, Marinovic no sería uno de los nuestros, aunque sí lo sería en lo relacionado con identidad étnica (tal como también podría serlo Camila Vallejo).
Bien: quedamos en que Tere Marinovic era facha y sí: de vez en cuándo se manda algún comentario de esos que causan irritación en las filas de las izquierdas, pero que también aumentan el número de sus seguidores («el clavadista del Mapocho»). Y también quedamos en que representa en sí misma todo lo que la izquierda contemporánea rechaza de manera visceral: una mujer blanca de la clase alta, esto es, una mujer de la hegemonía, con la misma hegemonía que se ha estado en tensión durante mucho tiempo y que empezó a hacerse más patente a partir del 18 de octubre de 2019.
La Convención se está desarrollando como lo esperábamos: una suerte de Mad Max político-ideológico donde unos no tienen nada que ganar y los otros sólo pueden ganar (o bueno, también la otra versión: donde unos tienen todo por perder y los otros, nada por perder), donde las ideologías y visiones del mundo de encuentran en disputa abierta y cada vez más explícita. Además, la memetización y la caricaturización también han entrado en el juego de lo político. Elisa Loncon dio el punto de partida en la Convención hablando en mapudungún (algo tremendamente decidor), mientras que otros sencillamente han optado por la carta de la victimización y el espectáculo.
Marinovic opina/denuncia a través de su Twitter que la machi Francisca Linconao hace sus intervenciones en mapudungún, y las reacciones ante esto no se hacen esperar.
Constituyente Linconao hablando en mapudungun… sabe hablar en castellano pero no importa: no pierde la oportunidad de hacer show.
— Tere Marinovic Vial (@tere_marinovic) July 20, 2021
Tere Marinovic, en parte, comparte esa posición liberal-pasiva y no crítica del transeúnte del territorio de Chile: en Chile se habla español y se usa la bandera chilena. Por otro lado, dentro de la Izquierda hay prisa por hacer la relación Racismo y Derecha y Ramona Reyes visibiliza el tema y trata de vender el asunto como una «falta de respeto contra una autoridad tradicional y todas las mujeres y personas que estamos acá», algo un tanto forzado, teniendo en cuenta que las autoridades tradicionales tienen importancia tan sólo para los grupos de los cuales son autoridades y, por otro lado, el tratar de insertar la falta de respeto contra las mujeres raya en el absurdo. Prácticamente, es abusar de la interseccionalidad al tomar a la persona y visibilizar a todas sus dimensiones oprimidas/víctimas, para victimizarla por cada una de ellas. Así, llevándolo al ridículo, decir algo contra la machi Linconao podría ser interpretado como una ofensa a los indígenas, contra las mujeres, contra quienes miden menos de 1,60 m, contra los que viven en la zona centro-sur, etc. Parecido al caso de lo que se veía en otras latitudes hace 10 años, Chile parece haber avanzado hacia esa dirección, sólo que más tarde.
En Tere Marinovic no hay racismo realmente, sino sencillamente no hay un «acuso recibo» de la aplanadora ideológica con la que está lidiando el país en este momento. No es un «show» que está montando la Machi Linconao, sino una declaración política contra lo hegemónico, donde busca posicionarse lo indígena (y específicamente lo mapuche) como algo igual en importancia a lo occidental. La izquierda ha favorecido al avance sin cuestionamientos de la revuelta isotímica, aportando en el matonaje discursivo para lo que es disidente (es decir, lo hegemónico) para su disidencia. En este punto, todo lo que no los favorece debe ser combatido, y qué mejor que usar la carta del racismo, con la contraproducente consecuencia de reducir todo un discurso a argumentaciones donde el afán isotímico queda traducido en reproches y vestiduras rasgadas y una nube de tierra que se levanta sobre las acusaciones de los dichos y no sobre los dichos en sí. Ya no importa si los dichos de Marinovic fueron o no racistas: lo que importa es que fueron acusados de serlo, y contra la funa no es mucho lo que se puede hacer.