Filosofía de la Praxis (sin Filosofía)

Filosofía de la Praxis (sin Filosofía)

Contra sus mentiras | Autor: | 7.9.2021

En el último tiempo, y cada vez más, muchos son los que explican las decisiones electorales del país, afirmando que la sociedad chilena sería poco informada, ignorante, o derechamente tonta. Pero es difícil sostener eso en un tiempo en que el acceso a la información y hasta a la educación ha sido especialmente democratizado gracias a Internet, herramienta que como es sabido, las masas usan principalmente para escapar de la realidad antes que para entenderla, con casos enfermizos como quienes ruegan públicamente por recomendaciones de series para deshacerse de ese asqueroso tiempo libre que permanentemente les acosa.

Por mi parte, con el paso de los años me he convencido de que una de las particularidades más propias de la idiosincrasia chilena es su innato, incorregible, y hasta salvaje pragmatismo. Coincide con esto la identificación social que hasta el día de hoy existe con ciertos cuentos populares, en los que sus protagonistas resuelven problemas complejos, o consiguen una ganancia o victoria impredecible sirviéndose de la viveza chilena. Este rasgo es socialmente celebrado y fomentado en distintas esferas sociales – tanto en el estudio, en el trabajo, como en el delito – felicitándose a sí mismos y a terceros cuando se salen con la suya si es que “saben hacerla”.

La razón de esta extendida particularidad se puede explicar por distintas hipótesis históricas. Yo podría aportar con otra, no histórica y menos popular, según la cual el proceso de hibridación ininterrumpido entre grupos humanos distintos, llevado en Chile muchísimo más allá del romantizado vigor híbrido del F1 ideal (hacia el F25+), tiende a producir un desgaste en la vitalidad psicológica, y con ello, una inclinación hacia el conformismo y al pragmatismo. Podría esto explicar que en la zona históricamente más hibridada del planeta, como lo es Medio Oriente, haya dado origen a religiones que conciben una captura o descanso del alma/energía en espacios destinados al castigo o al premio, donde este último consiste en nada menos que una vida eterna en que ya no será necesario trabajar ni luchar, habiendo únicamente goce gratuito, infinito y sin necesidad de esfuerzo previo alguno: una oferta/anzuelo totalmente seductor para cualquier pragmático creyente en una vida después de la muerte.

No creo que las decisiones políticas de la sociedad chilena se expliquen porque ésta sea poco informada, ignorante, o tonta, sino porque en su intenso pragmatismo no quiere siquiera aproximarse a esas abrumadoras fuentes de información, tan llenas de matices, zonas grises, de contradicciones históricas e ideológicas que vuelven todo tan confuso. En ese vértigo informativo, aquel que ofrezca una simplificación de la realidad que sea más amigable al pragmatismo, que no requiera estudios previos, que no tenga matices confusos, y que exponga con mayor claridad dónde están “los buenos” y dónde están “los malos”, será percibido como un salvador, un amigo en quien confiar y que libera de la incómoda carga de responsabilidad que significa elegir y entender información. Al pragmático no le interesa informarse, sino que sentirse informado, y para ello bastarán una recolección de titulares de la prensa, y videos de duración no mayor a 3 minutos que generen la rápida sensación de que ya se está lo suficientemente autorizado para hablar sobre temas que antes ni siquiera se habían escuchado.

La aplastante victoria del Apruebo (78%) sobre el Rechazo (22%) no se explica tanto por información falsa o ausente, sino porque mientras una opción significaba un atajo a la simpatía social sin necesidad de enemistarse, ni de “calentarse la cabeza” justificándose a cada momento con una tremenda cantidad de personas, la otra implicaba la carga de estar sometido permanentemente a prueba, en discusiones para las que muchas veces no se tenían argumentos ni la energía, ni la valentía para arriesgar enemistad social. Para el estudiante no preparado, en una evaluación resulta siempre más tentador marcar la opción Verdadera en lugar de Falsa ya que en estas últimas se castigan con el problemático “justifique su respuesta”. Salvo los marginales sectores militantes, el mismo ahorro de energía cerebral es lo que buscaron muchos cuando se enfrentaron al plebiscito.

¿Traicionarán a su idiosincrasia los partidarios de Diego Ancalao Gavilán y Rodrigo Rojas Vade? ¿Se darán el inusual y desgastante trabajo de repensar sus propias ideas para en el futuro tomar decisiones distintas, y que se nutran de lo aprendido por los escándalos de fraude vinculados a la Lista del Pueblo? Para el militante de Izquierda, la decepción hacia una figura u organización solo conducirá a concluir que “esa no era la persona y/u organización para llevar adelante las ideas de Izquierda”, pero nunca significará, como muchos en la derecha ingenuamente creen, que estos se darán el agotador trabajo de cuestionar críticamente a la Izquierda. Esto último está fuera de discusión. La lección que obtienen es seguir planteando infinitamente nuevas tesis, antítesis, y síntesis hasta dar con la versión correcta. En cuanto a los partidarios no militantes, la decisión de los decepcionados del Apruebo no ha sido un viraje hacia el Rechazo, sino que, siguiendo su pragmatismo militante, una ferviente mandada a la chucha contra todos; sí, contra todos, porque distinguir entre políticos exige demasiado trabajo. Para muchos, la realidad de los matices puede ser un infierno aterrador, mientras que el dualismo simplificador puede ofrecer un atractivo descanso.

Téngase presente.

 

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