Hay cosas anteriores a las explicaciones. Vivencias sucesivas de la sangre, que viajan sin necesidad de equipaje a través de los milenios.
No son los intelectuales ni las ideologías, los que expresan el mito y sacuden el peso del tiempo para despejar el no tiempo.
Las tribus y los clanes no han dejado escrito el manifiesto de la sangre, sus leyes y secretos.
Cada solsticio de invierno el frío esconde lo que casi todo el mundo ha olvidado. Mientras los demás buscan explicaciones, razones y argumentos racionales, estructurando inexpugnables teorías absolutas, el sol habla otro idioma.
El sol que se adormece mientras la sangre se reclina sobre su sombra. Se encienden algunos fuegos donde no existen miradas ajenas ni resultan extraños los dioses invitados.
En este solsticio yo entro en otro invierno veterano, en las tierras de la nostalgia y de la memoria volátil, donde germina la semilla más antigua de todas.
¿Quiénes serán mis camaradas de solsticio? ¿Dónde está el sitio exacto, en el que pueda encontrar ese fuego que sea como un espejo que refleje la sangre?