Semillas de odio

Semillas de odio

Contra sus mentiras | Autor: | 11.5.2014

Si bien la situación es indignante, lo cierto es que antes de comenzar a pedir cabezas, hay que ver nuestra realidad tal como es.
El hecho: activistas pro-mapuche (lo que sea que signifique eso) se tomaron el cerro Santa Lucía y quemaron objetos de importancia patrimonial.

La pregunta es, ¿podemos culpar a los activistas/pueblo mapuche?

Sí, podríamos, pero sólo a quienes tomaron participación del acto, puesto que si culpáramos a alguien in abstracto, -digamos, al pueblo mapuche en su conjunto, o a la lucha de reivindicación del mismo- lo más exacto sería culpar a la sociedad chilena en sí.

Seamos honestos: los sentimientos de afirmación, reafirmación y confirmación de la identidad son normales y deseables en cada pueblo, y ya incluso podemos atestiguar desde hace un par de años, actos de reivindicación por la identidad europea/criolla, de los cuales somos activos participantes.

El cerro Santa Lucía representa el aleph de la identidad criolla en Chile, y su importancia como hito es enorme, y sería casi lógico que una manifestación por los pueblos originarios, tan simbólica y espectacular como lo hubiese querido Dominique Venner para Europa, se realizara en ese lugar. Mínimamente radical en comparación a la quema de iglesias en Noruega, sí, pero no por ello menos simbólico.

No quiero pecar de autorreferente, pero ya alguna vez traté sobre la problemática mapuche, y no es mucho lo que podría agregar de nuevo, salvo apuntar a la sociedad chilena en su totalidad del hecho ocurrido. Por un lado, estamos acostumbrados a la demonización comunicacional respecto al pueblo mapuche, pero, por el otro, como sociedad rasgamos vestiduras ante cualquier hecho explícito de discriminación contra toda «minoría» que no sea de origen europeo. Ya pudimos ver el escándalo que armó la comunidad judía cuando el Lagarto Murdock lanzó unos chistes relacionados con el pueblo judío, y la verdadera alharaca progre-liberal en las redes sociales luego de que vecinos de la ciudad de Antofagasta quisieron manifestar su molestia por las consecuencias de la inmigración.

Lucha por reivindicación versus terrorismo y vandalismo, manifestaciones por la identidad de unos versus las manifestaciones racistas de otros, y un sinfín de ejemplos de lo cínica que es la sociedad chilena. ¿Y de qué otra forma podría mantenerse unido un país que se polariza cada vez más producto del multiculturalismo (en una primera instancia) y de la lucha por las identidades (como consecuencia del primero)?

Probablemente, una manifestación por la reivindicación de la identidad europea con características similares a las mencionadas no será vista con tanto romanticismo por parte de la izquierda extra-parlamentaria aunque sí será vista con malos ojos por los círculos rancios de derecha (a los que sólo les importa conservar el orden establecido, sin importar temas de identidad pues la única identidad a la que aspiran es a la primermundista), sino que será ridiculizada con las clásicas imbecilidades que podemos atestiguar en las redes sociales plagadas de mediocres y cobardes.

Respecto al lavado mental y a la indulgencia social respecto a excesos como el presente, no se puede apuntar al pueblo mapuche pues, seamos sinceros, no existe ningún tipo de intelligentsia mapuche que esté manipulando a la opinión pública, sino que todo lo contrario: casualmente, son intelectuales europeos quienes están detrás del juicio de lo correcto.

En fin, ¿a quiénes culpar de que ocurran situaciones como éstas? ¿Cómo acusar a quienes no son causa, sino efecto? ¿Estará conciente la sociedad civil de la bomba de tiempo de las identidades bajo coacción, que tarde o temprano estallará en las narices de la corrección política? ¿Cuánto tiempo le queda a esta olla a presión?

Fuente: biobiochile.cl

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