Pagando platos rotos

Pagando platos rotos

Contra sus mentiras | Autor: | 12.5.2014

La primera respuesta que gente que no nos conoce cree que deberíamos hacer respecto de los hechos acaecidos ayer en el cerro Santa Lucía son de llamar a la Guerra Santa Racial contra los anti-chilenos mapuche y sus constantes actos de vandalismo. Sin embargo, nada puede estar más lejos de la realidad.

Aún considerando que la “causa mapuche” es un término bastante volátil y que existen numerosos grupos pequeños que se adjudican su representación (e ignorando si uno de ellos puede considerarse identitario), no se puede culpar a personas por actos de reivindicación de este tipo, dejando de la lado por supuesto la mojigatería derechista de rechazo a actos que podrían considerarse violentos o contrarios al orden y a las buenas costumbres, a menos que esta violencia sea ejercida por sus perros obedientes de las Fuerzas de Orden y Seguridad Pública.

Omitiendo el hecho de que fue uno de los caciques locales el que invitó a Pedro de Valdivia a subir al cerro (llamado en ese entonces Huelén) en señal de amistad (por lo que podría decirse que el Santa Lucía es mas bien un símbolo de cooperación entre ambas culturas y no de sometimiento), el simbolismo del acto se entiende.

En todo caso, hay que ser justos. No se puede culpar a los responsables de la quema del cañón y las estatuas de haber atentado contra elementos que son importantes para nuestra Identidad, la criolla, simplemente porque esta no existe fuera de los que estamos inmersos en este mundo de ideas. Un blanco sudamericano sólo por serlo no será parte de la Identidad criolla, simplemente porque no tiene consciencia de ser criollo. Y si los mismos potenciales miembros de nuestra Identidad ni siquiera saben lo que son, menos se les puede pedir a gente como, en este caso, los mapuche, que reconozcan algo que seguramente no conocen y no entienden. Para ellos el yelmo del conquistador y las corbatas de los pistoleros que desde las instituciones estatales les han negado la expresión de su carácter como pueblo son lo mismo. Y nadie los puede culpar por eso, porque hemos sido los mismos blancos los que históricamente nos hemos puesto del lado del Estado tricolor defendiendo sus intereses como si fuesen los nuestros. Va en nosotros desde ahora en adelante el dejar en claro que no queremos ni tenemos nada que ver con un ente bastardizador, que ni siquiera nos ha traicionado, simplemente porque nunca nos perteneció. Estamos en una situación infinitamente más desventajosa que los mapuche o que cualquier otra etnia indígena, simplemente porque todos estos grupos tienen una identidad en torno a la cual agruparse y por la cual actuar. Mientras los blancos no comprendan la importancia del concepto de Identidad estaremos condenados por los siglos de los siglos a tener que permanecer en las sombras.

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El error, creo yo, de estas personas no va en la justificación del hecho (como identitario, apoyo toda reivindicación étnica y cultural de los pueblos por la conservación de su herencia, siempre cuando este sea el móvil y no el servir de quinta columna a alguna superpotencia), sino en el destinatario simbólico al que iba dirigido el mensaje.

Los indígenas deben comprender que ya no es el conquistador ni sus descendientes los que no permiten al pueblo mapuche vivir de acuerdo a sus tradiciones ancestrales, con todo lo que ello implica (sistema de valores, organización familiar y tribal, actividades extractivas, etc), sino que es algo mucho más actual y que es posible encontrar sin tanto rebuscar entre viejos objetos que representan la determinación de hombres cuyo legado yace vilipendiado y olvidado en los libros de historia. El actual enemigo de todos los pueblos del mundo, de toda Identidad, no es otra Identidad, sino el Estado jacobino y las ideologías globalizadoras que le son afines.

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