Excusas para que el ser humano se sienta oprimido o coartado de su pleno desarrollo y desenvolvimiento sobran – no puedo ser libre porque . . . [insertar alguna razón o motivo para sentirse asfixiado]. Donde existan tendencias, oficialidad y posturas imperantes y hegemónicas, existirá una resistencia y, con ella, una mitología y un misticismo que doten de una transcendencia al hecho de resistir a la tiranía, a la masa, a todo el mundo in abstracto. El ser humano quiere sentirse especial, valioso – quiere sentir que su existencia tiene sentido, y sic semper tyrannis es un gran lema por el cual vivir. O morir, según sea el caso.
Por alguna extraña razón (que probablemente tenga mucho que ver con lo mencionado anteriormente), distintas vertientes de las derechas y del pensamiento disidente no sólo no han resistido la tentación de pronunciarse y posicionarse respecto de las medidas para paliar la pandemia del SARS-Cov-2 sino, yendo más lejos, declararse en contra de la administración de vacunas relacionadas. Argumentos esgrimidos hay por montones, pero todos parecen apuntar a una supuesta tiranía global que quiere encerrar a la gente y/o mantener a la gente sumida en y sometida por el miedo y/o llevar a cabo un plan de exterminio masivo de una gran parte de la población humana (algo así como “The Culling”, de Von).
El gran problema de posicionarse respecto al Covid y a las vacunas, para el identitarismo, es que se adentra voluntariamente en un terreno de disputa ideológica que no es de ninguna utilidad para los objetivos que se buscan realizar. La cuestión es sencilla: ¿la discusión sobre ponerse la vacuna Sinovac o Pfeizer o Astrozeneca es útil para la preservación de la identidad criolla? Si no, entonces ¿para qué molestarse?
Difícilmente la cuestión de las vacunas pueda tomar una dimensión biopolítica donde la población criolla vaya a ser, según una que otra teoría de la conspiración que pueda levantarse, destruida mediante el uso o no uso de vacunas (de hecho, pareciera ser justo lo contrario: las poblaciones eurodescendientes serían las más vulnerables, dado que el principal factor de riesgo genético para casos severos de Covid-19 se hereda de los neandertales – la población eurodescendiente presenta entre un 2 y 3% de genes de estos homínidos extintos como especie), por lo que no vale la pena. Peor aún, decantarse por uno u otro bando en una cuestión que no tiene mayor relación con nuestro foco de interés provocará inevitablemente un rechazo por parte del otro bando.
Razones propias para ser rechazados tenemos por montón, no obstante, son nuestras. Echarse encima una que no nos compete es, por lo menos, innecesario.