Cada ciudad que fundaron los nuestros, es sagrada.
Cada día que esas ciudades declinan, la raza también declina.
No estamos atados al pasado, porque el pasado vive en nuestra sangre en el presente. Pero recordamos todo lo que hay que recordar.
No necesitamos dogmas, nuestra propia vida es el dogma, nuestra visión del mundo, nuestro destino.
La sangre busca nuevas formas y sobrevive. Abandona las formas caducas, que ya no tienen sentido.
Lo más nuevo, es traer al presente aquello que todos han olvidado.
El futuro, es no atarse a lo que fracasó en el pasado.
Fundar es ser vanguardia. Nosotros refundamos una forma de vida sagrada, como los nuestros fundaron una vez Santiago.
La naturaleza destruye lo indiferenciado, por eso nosotros defendemos la identidad como camino de vida.
Cada ciudad tiene sus dioses y sus héroes. Los de Santiago son hermanos de otros muchos dioses y héroes olvidados, a lo largo y a lo ancho del continente. Nuestro deber es unirlos.
Nuestra patria es la patria de los blancos del Sur. Nuestra frontera es la sangre y la conciencia.
Somos una vanguardia que ya existió muchas veces y otras tantas fue olvidada. Somos las fundaciones, el trabajo, la guerra por la supervivencia cotidiana.
Cada fundación debe ser festejada por todos nosotros, más allá de cualquier frontera artificial. Todas las ciudades del continente fundadas por los nuestros son nuestras, porque somos una sola nación criolla dividida por intereses ajenos.
Toda vanguardia es siempre al principio incomprendida, pero la verdad no cambia por eso. Muchos dicen ir en contra del sentido del mundo, pero viven de las sobras de ideologías pasadas, quieren detener el curso de la naturaleza con principios anti naturales. Nosotros simplemente buscamos nuestro SER más profundo, y le damos forma en la vida real.
Ninguna ciudad sagrada es fundada por muchos. Hoy Santiago es refundada por la vanguardia identitaria de los blancos del Sur.