En la medida que se tiene realmente poco que perder y mucho que ganar, el ser humano puede darse ciertas indulgencias de las que no podría gozar en otras circunstancias. Así, un vagabundo puede darse ciertos lujos ya que son realmente pocas las consecuencias que podría llegar a enfrentar por sus actos — lo que les permite tener el estilo de vida y la forma de ser que tienen, que va más allá de sencillamente ‘vivir en la calle’.
Uno puede tener convicciones que incluso pueden ir contra la realidad, y vivir por (es decir, vivir reivindicándolas) ellas en la medida que no vive con ellas, es decir, aplicándolas. Esto es más o menos el caso de la izquierda frenteamplista.
Sin ningún remordimiento y momento de reflexión alguno respecto de las consecuencias de sus actos, Gabriel Boric, Camila Vallejo, Giorgio Jackson, Izkia Siches y otros personajes más se mantuvieron durante años sentados arriba de un ventilador ubicado justo encima de su torre de marfil de superioridad moral, salpicando una y otra vez al gobierno del momento mientras relataban con arrogancia cómo debían hacerse las cosas y señalaban todo lo que estaba mal en la forma en la que procedía el oficialismo.
¿Y qué sucede cuando son ellos el oficialismo?
Hoy en día, para cada acción o declaración realizada por el gobierno, existe una declaración perfectamente contraria realizada por los mismos interlocutores no mucho tiempo atrás. Y esto no son fake news de la derecha de Kast, como ha intentado instalar el propio Presidente de la República actual, sino que sencillamente son archivos audiovisuales que han quedado rebotando por el ciberespacio, archivos que no existirían si es que nadie hubiera realizado dichas declaraciones.
No, no son bots. No son montajes ni frases sacada de contexto. Al menos, no tenemos mayor información respecto a si Camila Vallejo fue amenazada con una pistola para grabar un ridículo video con una paya por el cuarto retiro. En los viejos tiempos de la política, los votantes solían entregar su voto a cambio de certezas a corto plazo: un billete, un par de zapatos. Hoy en día, dejando la corrupción atrás para estar dentro de los estándares OCDE, los votos se inclinan a cambio de incertidumbres. De esta manera, son las promesas y expectativas las que terminan influyendo en las votaciones, lo que provoca que los candidatos lisa y llanamente hagan campañas basadas en mentiras o apoyado causas inviables con tal de sacar provecho en el futuro.
Cuando desde oposición se pasa por una metamorfosis donde se llega a ser oficialismo, mantener las promesas se vuelve más problemático: puesto que ahora hay que responder por los actos ante los millones (de personas y de pesos) que están presionando al Gautama que conduce al circo, ya no es posible ser coherente con las convicciones del pasado, aunque — a veces — tratar de «salir jugando» no resulta de lo mejor, especialmente cuando a la prensa ya se le esfumó la actitud complaciente y aduladora de los primeros días del mandato (hay que ‘parar la olla’, y eso se hace con noticias que venden).
Otra cosa es con guitarra, ¿o no, señor presidente?