Cuando me movía en el terreno del nacionalismo, creía que que existía una Argentina. Creía que vivía en un país con gente preocupada por su tierra. Creía que lo que llaman «pueblo» alguna vez se levantaría orgulloso y harto, listo para hacer escarmentar a los políticos. Creía que había una nación definida, una historia gloriosa, una bandera que nos representaba a todos, un destino por el cual combatir. Estaba muy equivocado.
Me encontré con gente que le da lo mismo todo, mientras tenga su show de TV para la hora de la sobremesa. Me encontré con un «pueblo» cobarde, ignorante, que no conoce la historia y cree que todo se soluciona simplemente votando, como si un papel importara para los monstruos corporativos que rigen el mundo y hacen y deshacen a gusto. Me encontré con idiotas que lamían las botas de las fuerzas mercenarias que disparan contra sus «compatriotas» cuando hay alguna protesta. Me encontré con inútiles que me dieron la espalda por ser alguien del interior del país, de seguro un gaucho mugriento o un campesino con olor a bosta de caballo; para ellos el país es su gran megalopolis cubierta de mierda, humo, decadencia, putas, drogadictos, ladrones y comida chatarra. Me encontré con una historia plagada de traiciones (caso Santiago de Liniers), con movimientos detrás de las sombras y un país creado en base a nada. Me encontré con una tierra cosmopolita, no de una nación, sino muchas, todas distintas, bajo un mismo Estado que solo busca saquear el bolsillo de las personas y hacerse cada vez más poderoso y tiránico. Me encontré con un país que le exige más a sus futbolistas que a los gobernantes. Me encontré con el agujero tercermundista que es este proyecto fallido, hoy merced de cualquiera que ponga un pie sobre este suelo.
¿De qué país hablan cuando cualquiera es señor en estas tierras? ¿De qué país hablan cuando hay grupos de nativos americanos buscando una libertad que les quitaron? (No, no hablo del caso mapuche). ¿De qué país hablan cuando todo se centra en su capital de mierda y el resto es olvidado?
Por eso empecé a celebrar almas salvajes similares al gaucho Martín Fierro, leyenda que expresa claramente como sufrió el hombre libre de las llanuras cuando el gobierno alambro y cerco su campo, para enviarlo luego a combatir contra los indios. Por eso me parece más mítico Juan Bautista Bairoletto huyendo por la estepa, con la puta y asquerosa policía pisándole los talones. Por eso me alegra saber de Mate Cosido asaltando trenes de empresarios adinerados solo dedicados a reventar recursos. Por eso celebro al Tigre del Quequen en su guarida, evitando las pinzas de la maquinaria que todo exprime. Por eso me cago en la firma de la Independencia y recuerdo los pactos de honor a un rey que había sido capturado, pero que aún lideraba una resistencia.
La única forma en la que la gente puede progresar es en unidades pequeñas, comunas, distritos, tribus, aldeas, no me importa. Por eso adoro los pueblos pequeños que salpican la llanura pampeana, por ejemplo, donde todos se conocen entre todos, y se ayudan mutuamente. Después de todo, el presidente nunca sabrá que existías ni puede estar atento a cada una de tus necesidades mas profundas; en cambio, si quienes están a tu lado.
No hay Patria ni Pueblo ni nada que salvar. La bandera no me significa absolutamente nada, tengo la mía que si me representa. No, no soy argentino y no me saludes en Mayo o en Julio. Los primeros gauchos tampoco se sintieron argentinos a pesar se estar encerrados «en el mismo corral» ¿Cuándo será el día que vean la realidad alrededor? Todo cayó en pedazos hace rato ¿Qué están esperando para reunirse en grupos y elegir salvarse de un barco naufragando?