Niveles de consciencia

Niveles de consciencia

Las mentes inferiores no distinguen los planos de la realidad. Todo es igual para ellos. No entienden que si bien las cosas tienen una relación entre sí, no se rigen sin embargo por las mismas reglas.

El esoterismo no era para los antiguos lo que es para los posmodernos. Los romanos comprendían que lo sagrado como fenómeno no implicaba de ningún modo abolir la política, como parecen querer hacer algunos esotéricos de la actualidad.

Que los planos de la realidad se relacionen, no hace que estos operen en la misma sintonía y con las mismas reglas. La tendencia a lo absoluto, a lo «fuera del mundo», es algo que el pensamiento monoteísta nos ha incorporado de un modo profundo. Lo mesiánico está siempre de algún modo más allá de la lógica y del pensamiento real.

El final del pensamiento mesiánico, de lo que está más allá y nos rige de un modo absoluto y desconocido, está dado por la virtualidad, que permite que todo sea en nuestras mentes, al estilo matrix, sin que nada se modifique en la realidad. Las más escandalosas derrotas se convierten así en victorias futuras, sin más argumento que el vuelo de la mente, por no decir el vuelo demente.

La búsqueda de un mesías, tan judaica en principio, ha sido incorporada por los antisemitas de un modo más profundo aún que en el judaísmo, que al fin y al cabo mientras espera al mesías, hace lo que su supervivencia le sugiere que debe hacer.

Los niveles de consciencia determinan a las personas en su acción y en su posibilidad de comprensión. Quien conoce y ha enfrentado los peligros del mundo es prudente, quien no lo ha hecho nunca no necesita serlo: no tiene consciencia de la realidad y es posible que si esta le cae encima, termine teniendo actitudes muy contrarias a las que predica.

La histeria nos lleva a la auto destrucción, a no comprender ninguna relación de fuerzas, a abandonar todo tipo de razonamiento elevado por un espasmo mental de querer imponer, de predicar cosas que a la realidad no le hacen ninguna mella.

El mundo va en un sentido manifiestamente destructivo. El único «mesías» posible es un nivel de consciencia colectivo, seguramente no masivo pero sí comunitario. Las revoluciones de masas se estrellaron contra sus propias reglas. La única revolución hoy en día es conservar lo valioso, lo esencial: una revolución conservadora en el sentido que sólo una elite imbuída de una consciencia superior podría recrear.

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