Hace un año escribí en esta misma fecha, mientras el cuerpo de Dominique Venner aún estaba fresco y el mundo del Identitarismo, shockeado. Como detalle curioso para los que vivimos en Chile, Venner comete suicidio un 21 de Mayo, fecha en que se conmemora el combate naval de Iquique, con la gesta del capitán Arturo Prat como hecho máximo.
Si bien ambos actos no tienen mucho parecido en el fondo, lo que es evidente, en vista de que ambos luchaban por cosas diferentes, hay un gran parecido en la forma: Prat, cercado por mar y tierra en un ambiente altamente hostil y con nulas probabilidades de salir victorioso en combate, se arroja sin esperanza alguna al barco enemigo, cayendo abatido. Viendo la muerte inminente, y en vez de esperar por ella, sale presuroso a su encuentro. Venner, por su parte, cercado por la corrección política y el neoliberalismo imperante, agobiado por una Unión Europea altamente hostil a las ideas reaccionarias, con nulas posibilidades de salir victorioso en su lucha y con la muerte en el horizonte producto de su avanzada edad, sale en busca de ella amparándose en el metal de una bala.
Venner y Prat, pese a lo pequeño de sus actos finales (en comparación a las grandes escaladas militares y atentados que podemos ver hoy en día), remecen mentes tibias, desencadenando con sus gestas, otros actos, cual catalizador de una catarsis mayor. Ambos personajes terminan siendo odiados y ridiculizados por sus insignificantes oponentes, lo cual es un signo del impacto de sus acciones. Contra ellos, sus oponentes no han mostrado caballerosidad, puesto que para la izquierda moderna, ésa enquistada en el arte y la academia, no todos los muertos son buenos, y ninguno es peor que el que muere por sus ideales.
Lectura recomendada:
Entrevista con Guillaume Faye sobre Dominique Venner.
Las razones para una muerte voluntaria.
La protesta del 26 de Mayo y Heidegger.