Las elecciones para el parlamento europeo no dejaron a nadie indiferente (o así sería en un país de gente culta, no como éste). El avance del euroescepticismo y de la derecha es indicador del hastío que ha provocado en la población europea nativa, el verdadero aluvión de desgracias surgidas desde el advenimiento de la Unión Europea.
Sí, hubo un gran de porcentaje de la población que no se acercó a las urnas y se declaró abiertamente nihilista respecto al devenir de Europa, y otros que sencillamente no votaron por comodidad. Pero una cifra creciente se manifestó por los partidos «anti-europeos» y/o «eurófobos», etiqueta injusta si es que las hay: no es por odio o estar en contra de Europa que están en contra de la Unión Europea, sino es por todo lo negativo que han recibido por ser parte de ésta. ¿Cómo podría esperarse que se manifiesten a favor de la UE, siendo que a raíz de las mismas políticas migratorias deficientes y la falta de control es que cada año entran miles y miles de inmigrantes, que no sólo piden ser aceptados, sino tratados como connacionales, con derechos y beneficios?
Cito a Guillaume Faye, respecto al acercamiento de Ucrania a la Unión Europea:
Los tan llamados ucranianos «pro-europeos» no tienen idea de qué les pasará si se unen a la Unión Europea: inmigración incontrolable peor aún que la amenaza rusa imaginada, pérdida de controles fronterizos, y pérdida parcial de la soberanía. [1]
Aun si la inmigración no fuera un hecho para preocuparse, el dolor al bolsillo producto del comunitarismo económico exhibido por la UE sí lo ha sido. Países como Inglaterra y Francia, que son aquéllos donde los euroescépticos han avanzado, prácticamente están mendigando del presupuesto al que ellos aportan con creces. Ahora, si usted está dispuesto a tomar su sueldo y repartirlo entre sus vecinos, puede crucificar al egoísmo euroescéptico.
Los medios de comunicación han intervenido de forma maliciosa en todo el asunto, manipulando a la opinión pública apelando a la esencia de su mismisidad: la libertad. La campaña es rastrera, pero no por eso menos odiosa: están logrando que la gente sienta amenazada su libertad al dejar en evidencia el avance de lo que ellos (periodistas, artistas, izquierdistas, y toda esa gentuza que tergiversa la realidad) entienden como fascismo. Pues bien, concediéndoles por un instante el beneficio de la duda, si le adscribiéramos la etiqueta ideológica de fascismo a todos esos partidos y movimientos, ¿no sería la manifestación misma de la libertad y democracia el hecho de que partidos que no son bien vistos por los medios, hayan sido votados? Hay libertad, y la gente eligió a sus representantes. Que el veneno de las serpientes de la prensa se pudra en sus lenguas.
Más que un resurgimiento de los estado-nacionalismos, el avance de la «eurofobia» es una página más en la crónica de una muerte anunciada. Euroescepticismo es Eurodecepción.
[1] Guillaume Faye. 2014. Ukraine: Understanding the Russian Position