Si tú pensabas que tu causa era justa, que luchabas «por tus derechos», que tenías tanto derecho como cualquiera, y que, a raíz de lo justo de tu causa, ibas a recibir apoyo popular, haz de saber que estabas muy equivocado.
Desgraciadamente, lo justo de una causa no es indicador de lo «apoyable» que es ésta, y lo que tú pienses sobre tu causa y lo que estés dispuesto a hacer es efectivamente lo que tú piensas y lo que tú estás dispuesto a hacer. Sólo tú, nadie más. O quizás tu vecino, si es que el problema los afecta a ambos.
Junto a cada causa justa, hay otras miles de causas justas que son más apoyables que la tuya, sencillamente porque hay una agenda global de las causas apoyables por la opinión pública. Además, cuando las causas apoyables por la opinión pública son de conveniencia directa o indirecta, recién en ese momento se vuelven causas apoyables concretables.
Siendo objetivos, las causas justas pero amplias, generales, de todos (es decir, de nadie), son de amplia preocupación de la opinión pública, pero prácticamente de nula ocupación. Así, podemos ver que el calentamiento global, la contaminación, la destrucción de los ecosistemas, la mala disposición de los desperdicios, etc. son problemáticas que están en boca de todos, y todos desearían que se solucionara, aunque nadie hace ningún despliegue de recursos ni esfuerzo para solucionarlos, eludiendo siempre las responsabilidades, atribuyendo éstas a la sociedad, al gobierno, al mundo y a todo aquél que se le pueda «cargar el muerto».
¿Y las causas justas pero específicas? Aquí es donde la desesperanza es realidad.
Las causas justas pero específicas terminan siendo de interés exclusivo de los afectados directos, aun cuando las consecuencias pudieran afectar a muchos más. Respecto a esto, el panorama es tan desolador que ni siquiera puede afirmarse que el resto no afectado directamente no se preocupa del problema porque no le toca el bolsillo, porque podemos atestiguar que aunque los cobros abusivos por los servicios básicos aumenta sin detenerse, la población acata perfectamente las medidas, ejemplo de población civilizada. Mientras tanto, en otros lugares del globo, donde hay poblaciones «incivilizadas», podemos ver —a través de reportes noticiosos— cómo desatan la bestia interior cuando se sienten pasados a llevar.
Bien, remitámonos a tu causa justa. ¿Qué tipo de apoyo recibes? Lienzos, twitteos, marchas, estado de facebook con mucha fuerza, compartir imágenes en redes sociales virtuales donde se muestra tu lucha para que todo el mundo la vea. ¿Cuánto de toda esa ayuda moral te sirve en realidad para seguir adelante en tu causa justa? ¿Cuántos, luego de ver que estás defendiendo tu causa, despegaron sus vidas de su comodidad cotidiana para acompañarte en tu lucha?
No culpes a la prensa: si están haciendo reportajes a situaciones intrascendentes es porque es su trabajo, y si el mercado, es decir, la sociedad de la que eres parte, quiere consumir basura, la prensa producirá basura. Culpar a la prensa de llenar a la población de distracciones para desviar la vista de lo realmente importante no sólo es una falacia, sino que es un vulgar autoengaño para satisfacer las mentes de los cómodos: ¿acaso si la prensa hiciera reportajes sobre las causas justas, alguien moriría por ellas?
¿Levantamientos populares? ¿pueblo alzado? ¿milicias populares rompiendo todo a su paso hasta acabar con el abuso? Por años, el FPMR esperó que el pueblo se sumara a un alzamiento general… el que nunca ocurrió. Hoy, ese mismo pueblo hace filas para comprar los últimos modelos de teléfonos inteligentes. ¿Por qué el pueblo debería moverse por ti? No importa cuán justa sea tu causa, a nadie le importa.