Lampedusa es una pequeña isla (unas 2000 hectáreas, es decir, unas 4000 canchas de fútbol) del Mediterráneo que tiene la suerte (?) de estar quizás demasiado cerca de África, a unos 115 kms de la costa de Túnez (está más cerca de Túnez que de Sicilia). Esta cercanía al continente africano y su posición en el mar Mediterráneo han provocado que la isla haya sido constantemente invadida, colonizada y saqueada por distintos pueblos a través de la Historia e incluso la Prehistoria, que es más o menos el destino de cualquier localidad ubicada en el Mediterráneo.
Mientras que en la Antigüedad la isla fue habitada por fenicios, romanos y árabes, durante la Edad Media, la isla pasó por manos normandas y aragonesas antes de convertirse en parte del Reino de Sicilia. Ya en los siglos XVI y XVII, Lampedusa sufrió incursiones de piratas y corsarios, lo que llevó a que muchas de sus ciudades costeras fueran abandonadas. Durante la dominación británica en el siglo XIX, se construyeron fortificaciones para proteger la isla. En el siglo XX, Lampedusa desempeñó un papel crucial en la Segunda Guerra Mundial y fue bombardeada por las fuerzas aliadas.
En el Mediterráneo, y producto del intenso movimiento de masas humanas que transitan de acá para allá y de allá para acá, la diversidad es y no es un problema.
No es un problema en el sentido de que estas locaciones han sido siempre testigos de movimientos humanos, haciendo que las probabilidades de deshumanizar al prójimo (es decir, la acción de tratar a otra persona o grupo de personas de una manera en que se les niegue su humanidad, dignidad, etc., reduciendo al otro a un estereotipo, un objeto o una categoría) sean menores a las probabilidades de deshumanizar al prójimo que se presentan en lugares con mayor aislamiento geográfico y genético (el impacto social que puede producir un subsahariano en las Islas Pelagias es menor al que puede producir el mismo subsahariano en alguna isla perdida en el mar del Japón, al menos hasta los tiempos anteriores a la Segunda Guerra Mundial), lo que puede causar una mayor flexibilidad en las relaciones humanas interraciales, interétnicas e interculturales.
Desde un punto de vista identitario, la situación anterior es lisa y llanamente negativa, ya que supone la destrucción progresiva de la identidad de un grupo —lo que los hace únicos respecto de la diversidad de grupos, pero que los hace semejantes entre ellos a un nivel de pertenencia e identificación con el grupo—, pero desde un punto de vista donde lo importante es mantener el orden y el control sobre las masas y legitimar el mandato transversal sobre la sociedad (sea globalismo, sea imperialismo), es positivo que los grupos se mezclen, pues así la sociedad tiende a igualarse pues se destruyen las cualidades particulares de cada grupo para dar origen a cualidades que unen a todos los grupos hasta volverlos diferenciados respecto de sus ancestros pero indiferenciados entre sí.
Ahora bien, en sitios donde los movimientos humanos son regulares y frecuentes, la diversidad es un problema ya que la percepción sobre las distintas manifestaciones de la diferencia no proviene de un mero prejuicio in abstracto —’un arrebato de campiranos con bajo nivel educacional’—, sino de la exposición sistemática y frecuente a la diversidad y sus consecuencias en diferentes dimensiones. Esta situación significa que los ingenieros sociales que trabajan cada día para conseguir paz y armonía social deben buscar formas graduales de integración de manera que las tensiones desprendidas de la misma diversidad no escalen a niveles inmanejables… como Lampedusa.
Como un dique milagroso a punto de romperse, la isla habitada regularmente por menos de 7 mil personas se ha visto repentinamente sumergida por una marea humana proveniente desde África, donde unas 10 mil personas sin más equipaje que sus existencias (es decir, sus genes y su culturas) han llegado a sus costas provocando un caos en la apacible isla. Probablemente, a partir de esta situación comenzarán a circular dramáticas postales, apoyos virtuales a los refugiados, hashtags y medidas de auxilio apresuradas que buscarán atacar el problema de densidad poblacional que se está viviendo en Lampedusa a través del aumento del denominador, es decir, que el flujo humano sea absorbido por el resto de Italia (y Europa, tal vez), puesto que la división de 10000 inmigrantes entre los 7000 que habitan la isla es notablemente diferente a dividir esos 10000 entre 58.000.000 de habitantes. Para un problema ajeno que se transforma en un problema doméstico, soluciones domésticas. A expensas de los italianos, claro.