Un día 12 de febrero de 1541 se producía un acto de cosmicización que sería el hito fundacional de la historia de Chile: Pedro de Valdivia fundaba la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo, que en el futuro pasaría a ser la capital de Chile. Existe evidencia que indica que el lugar donde fue emplazada la ciudad ya estaba poblado por un grupo de nativos, sin embargo, ese hecho no resta el carácter fundacional del acto de Valdivia, puesto que el acto de fundación es también un acto de creación a través de la recreación de la parábola primera. En sus Soliloquios, Mircea Eliade acotaba que “el primer deber del hombre es la primera parábola de Dios: su cosmicización”.
Para Eliade, la cosmicización es la armonía del hombre con todo lo que es concreto y único fuera de él, la ordenación y la adecuación del ritmo humano con los ritmos de la naturaleza, integrando en una jerarquía, cosmicizando todas las experiencias caóticas (Cutaru, 2019). Todo lo que no era parte del cosmos era parte del caos y, por tanto, debía ser ordenado – i.e., cosmicizado; y el cosmos se desprendía de la civilización, la que estaba considerada como la adecuación del ritmo humano al ritmo de la naturaleza, por tanto divino. De esta manera, para Valdivia y los suyos, la civilización europea se desprendía del cosmos, por lo que fundar la ciudad en medio de lo que ellos consideraban el caos y la barbarie era un acto civilizador, ergo creador.
La penetración del orden cósmico en un suelo que aún se encontraba en tiempos paleolíticos (y neolíticos, en latitudes menores) definitivamente alteró todo el proceso evolutivo de las culturas que se encontraban habitando en el territorio que hoy se conoce como Chile. Esto es una realidad que no necesita tanto análisis, y si esto fue algo positivo o negativo carece de un valor absoluto puesto que es necesario que exista una mirada valórica para juzgar: tal como algunos pueden considerar que los Conquistadores trajeron pobreza y estancaron el progreso que pudiera haber ocurrido si la conquista española no se hubiese llevado a cabo, otros pueden considerar que era necesario acabar con el paganismo (chamanismo, en realidad) e importar la Cristiandad para sacar a las poblaciones nativas de la oscuridad que existe lejos de la luz de Cristo.
Lo que sí puede afirmarse es que a partir del instante en que entra otro pueblo en la escena se produce el aumento de la diversidad étnica y cultural, y con ello la condición base para el conflicto étnico, político y social posterior. La vandalización (o profanación, dependiendo de la mirada) de múltiples estatuas, iglesias, y monumentos relacionados con la civilización europea (estén directamente conectados con los Conquistadores, o hayan estado levantados en memoria de sus descendientes) es un indicador propio de la conflictividad devenida de la diversidad presente en el territorio, lo que rompe con la visión idealista de un Chile unido.
La cuestión relacionada con la incógnita de si el mandato superior que envió a los hombres a cruzar el océano – en frágiles embarcaciones sometidas a inclementes vientos – para internarse en lo desconocido fue un llamado de lo Divino, o fue un llamado de la avaricia y la avidez de oro, o tal vez el simple llamado a la aventura y del desafío de romper las ataduras de lo divino, característica propia del alma fáustica, puede ser respondida de manera bastante políticamente correcta con “había de todo un poco”, lo que no pone en gran cuestionamiento que, aunque dolorosa, arrogante, e incluso sangrientamente, la Fundación de Santiago fue un acto devenido del Orden Cósmico.
«A primera vista, esta escisión del espacio parece deberse a la oposición entre un territorio habitado y organizado y el espacio desconocido que se extiende más allá de sus fronteras; de un lado hay un cosmos, del otro un caos. Pero veremos que si todo territorio habitado es un cosmos, ello se debe precisamente a que primero fue consagrado, a que, de un modo u otro, es obra de los dioses o está en comunicación con el mundo de los dioses.» (Eliade, 1961)
Referencias bibliográficas.
Cutaru, C. 2019. “Eliadian Reflections on the Spirituality of the Romanian People.” Teologia, ISSN 2247-4382 79 (2), pp. 42-57.
Eliade, M. 1961. The Sacred and the Profane: The Nature of Religion (trad. Willard R. Trask), Harper Torchbooks, New York.
Eliade, M. 1991. Solilocvii, Editura Humanitas, Bucure?ti.