A veces la gente supone que está unida por ciertas cosas: por estar en «contra de» por ejemplo. Uniones pasajeras, superficiales y ficticias, alianzas circunstanciales que a la larga suelen destruir mucho más de lo que construyen.
El frente disidente, suele convertirse en el frente reaccionario. Sin embargo reaccionar contra el sistema no implica tener los mismos objetivos en la visión del mundo, en los valores esenciales, en las prioridades a atender.
La percepción del tiempo es esencial en esto. Los creyentes del «tiempo lineal», suponen que progresamos hacia algo, que el tiempo tiene sentido hacia un objetivo, como si algo meramente humano como la percepción humana del tiempo, diera sentido al universo.
La sociedad sin clases, la venida de Cristo, el crecimiento de la economía, el multiculturalismo, son algunas de las metas de los sostenedores del tiempo lineal. Todo se supedita a esos objetivos, son profetas de su idea, pastores de ovejas descarriadas, salvadores universales, soldados de la verdad, etcétera. Tarde o temprano te romperán la cabeza, eso es obvio y lo sabemos por experiencia.
Nosotros paganos antiguos, vivimos según los ciclos y sus leyes: ciclos que se renuevan en lapsos inconcebibles para el ser humano y que al no dejar rastros se presumen inexistentes.
No vemos el mundo como los que todo lo miden con sus ansias de llegar a alguna parte, determinada por ellos mismos, por su soberbia, por su limitada pretensión de meter el universo dentro de una idea francamente antinatural, que no sería preocupante si no fuera porque en su intolerancia va dejando un reguero de sangre espantoso en su paso hacia un objetivo que nunca llegará, pero será muy útil a ciertas concentraciones de poder.