Si la defensa de la raza blanca, si eso que llaman la ultraderecha, va a ser captada por el mesianismo religioso cristiano, ya sea de corte evangélico o católico, no cuenten conmigo.
Esa idea bíblica de «pueblo elegido», no es más que un espejo del islam extremo. O sea: la misma mentalidad intolerante con lo que no sea su propio dios: el intolerante dios del desierto, ese aplanador de espíritus e identidades. Así murió la raza blanca, afiliando a la gente a un pueblo elegido.
Esa peste llamada: La Biblia, ese artefacto del desierto que acaso sea parte de la identidad judía (eso es un tema de ellos, exclusivamente) ha sido adoptada por los blancos que están en decadencia no desde hace poco, sino desde que el imperio romano se cristianizó, por su aburguesamiento y desgaste, abandonando la antigua religión identitaria que desde las migraciones arcaicas compartía raíz tanto en la India, como en Persia, Grecia, Roma, el área céltica y la germánica.
Ese fue el principio del fin. No hay pueblos elegidos ni verdades universales en materia de identidad. Si nuestros líderes espirituales son esos dementes pastores evangélicos o los curas, todo será más de los mismo. Si el cristianismo es lo que va a salvar a Europa, les diré que ya lo han intentado antes y que a cada salvación sucede una caída más profunda.
Para ser blanco en el sentido antiguo, o sea no de ser de color blanco solamente sino ser interiormente blanco, se necesita un espíritu blanco. Y eso no es el cristianismo. El monoteísmo es una religión ajena, a la cual puedo respetar dentro de su órbita racial semítica, pero no como indoeuropeo en general, ni como romano celta en particular.
Nunca seré un militante de esa ultraderecha mesiánica. Y a decir verdad, no creo que ellos respeten más que circunstancialmente otro tipo de espiritualidad. Y si hay que empezar de nuevo se empezará de nuevo: nuestras tribus, nuestro arqueo futurismo, serán espiritualmente identitarios o no serán. En tanto nuestra espiritualidad permanezca sometida al cepo del mesianismo monoteísta, no recuperaremos nuestra identidad y nuestro destino seguirá en la misma línea descendente en la que está ahora.