Una vez tuve que hacer un trabajo que implicaba cierta metodología. No cuestioné mayormente el método, como tampoco sugerí hacerle arreglos ni ajustes para optimizarlo. De hecho, me interesaba bastante el aprender de aquel método, por lo que entregué más atención hacia lo que podía aprender que a lo que yo podía aportar. Como quería saberlo todo, pregunté por una parte del proceso que no me quedaba absolutamente clara:
¿Por qué se hace así?
Porque así es.
¿Pero por qué es así? ¿Cuál es la razón de que sea así?
Porque así es y así ha sido siempre.
Como puede apreciarse, la respuesta era una respuesta, pero no era la respuesta. En dicha respuesta se afirmaba la realidad sin explicar su razón, aseverándola como inmutable y haciéndola un fin en sí misma. Esta manera de responder se cimienta en un paradigma, al que uno se aferra en su forma sin comprender necesariamente su fondo, es decir, su razón.
De la misma manera, la Democracia que nos rige está justificada sobre sí misma. Si preguntamos al público en general por qué mantiene la Democracia de la forma en que lo hace, muy probablemente responderá “porque las cosas son así”, como que las cosas no pudieran ser de otro modo sencillamente porque ya son así. Y diviniza lo establecido al creer que por estar establecido y ser masivo, es bueno, asumiendo que no existe mejor método de ser gobernados que la Democracia (millones de imbéciles no pueden equivocarse, ¿o sí?), y termina por elaborar institucionalidades informales que defiende con más fuerza que cualquier ley formal, porque cree que tiene el deber de apegarse a las cosas como son sencillamente por son así, y si son así, es que son lo mejor.
Cuando se afirma que las cosas son así, se produce un autoengaño lingüístico muy odioso pero muy efectivo: al hablar de que las cosas son, es que se está relacionando la realidad en la que estamos inmersos con el verbo ser, y se le da una connotación absoluta a dicha realidad, como que ésta hubiera sido así desde siempre, y como que ésta seguirá siendo así per sécula seculorum.
La verdad es que la realidad es dinámica y se va construyendo a cada momento, la vamos construyendo a cada momento, no es estática ni es eterna, y el instante en el que estamos ahora no volverá a estar en el futuro. Las circunstancias cambian, los pensamientos cambian, los tiempos cambian, y la realidad también puede cambiar.
Las cosas no han sido así siempre, sino que han estado así desde hace algún tiempo, y no hay nada que asegure u obligue que éstas tengan que seguir estando así. Sólo nosotros.