No defenderé el modelo económico actual pero tampoco buscaré hacer migas de él cuando, en realidad, disfruto de los privilegios a los que puedo acceder gracias a él: no por nada puedo estar escribiendo esto desde un laptop (aunque algo viejo ya, aún está operativo), con una conexión a internet bastante aceptable, voy a conciertos cuando puedo, atiborro mi casa con inútiles y entretenidas porquerías importadas. En caso extremo, podría prescindir de todo eso, aunque soy bastante feliz revolcándome en mi decadencia materialista, como algunos podrían acusar, sólo que yo lo hago sin remordimientos ni doble discurso. ¿Para qué decir que añoro los tiempos de mis abuelos cuando, sinceramente, me parecen aburridos y lineales?
El modelo económico ha traído, definitivamente, más tranquilidad (quizás demasiada), más prosperidad y más felicidad. No todo es bueno, por supuesto, y la prosperidad es también un imán para un montón de gente indeseable – como las masas de inmigrantes coloreados que pululan por ahí con sus horrendas costumbres –, indiferencia social frente a la corrupción y el abuso no físico (como para marcar la diferencia con un régimen totalitario), pero, independiente de todo lo malo, podemos decir que el modelo promueve un poco más de libertad de la que promovían los modelos anteriores. Podría tener hijos y enviarlos a un colegio donde pague una cantidad mensual con tal de garantizar de que no estén rodeados de niños marrón/coloreados con costumbres ajenas, como también podría pagar por atención en una clínica para no tener que lidiar con viejas gordas y groseras a las 7 AM, como ocurre cada día en los consultorios públicos.
Este modelo es calificado de ‘inhumano’ por la Izquierda puesto que, como son más inteligentes en ese sentido que los próceres de la Derecha (que en realidad son enemigos de la Izquierda, sin mayor filosofía), saben utilizar el lenguaje como arma, y basta adscribir el adjetivo ‘inhumano’ al sustantivo ‘desigualdad’ para crear una incendiaria bomba para que sea manipulada por las masas ignorantes, algunos resentidos, y otros tantos que creen que la economía es una gran olla común donde unos pocos se aprovechan del resto, sin detenerse a examinar críticamente que, lamentablemente para algunos, el capital no surge de la magia.
Hace poco, muy poco, la carismática diputada comunista Camila Vallejo ha arremetido contra la teórica candidatura futura del ex-presidente Ricardo Lagos, acusándolo como un candidato del pasado (algo que, indudablemente, es). Sin embargo, los dardos lanzados al actual modelo político y económico son, por decir algo, bastante desprendidos de la realidad. Vallejo critica al modelo económico por promover la privatización, la desigualdad y el debilitamiento del Estado, entre otras críticas, sin reparar que el concepto de lo público ha conducido a un mal manejo de los recursos, haciendo aún más altas las vallas para salir de la pobreza (ya que todos terminan igualándose en la pobreza y la mediocridad), ni que la desigualdad no es necesariamente injusta (en efecto, nada más injusto que una repartición igualitaria por un esfuerzo que ha sido desigual), ni que la gestión del Estado ha resultado históricamente desastrosa.
Lo que nosotros buscamos es que cualquier candidatura represente realmente ideas de cambio. Y, lamentablemente, lo que se ha defendiendo hasta el momento de todos estos personajes tiene que ver con un modelo del pasado que ha hecho agua en el país.
Paradójicamente, Vallejo habla de que deberían emerger modelos rupturistas, que rompan con el pasado… para proponer un modelo socialista.
Hasta el momento, el socialismo en todas sus versiones ha conducido al colapso, y un idealismo casi demencial bajo el mantra del «ahora sí que sí, ahora sí que sí, ahora sí que sí» difícilmente ayudaría a concretar el castillo en el aire que es una sociedad socialista, donde la única manera de mantener tal modelo sería con un aparato represivo aún peor del que podemos ver en Democracia, y con una estructura totalitaria que no se diferenciaría mucho de algunas dictaduras que aún sobreviven, cimentadas sobre la violencia y la anulación de las libertades ciudadanas. Bueno, no por nada Vallejo tiene al modelo cubano como un gran referente.
No tengo una respuesta sobre los pasos a seguir y, de hecho, no estoy haciendo ninguna proposición. Sólo busco hacer notar la incoherencia del discurso de la Izquierda, discurso construido en base a ideales que se hacen pedazos contra el cruel muro de la realidad. Y es que acusar a un modelo de anticuado (cuando no tiene más que algunas décadas, y aún no se desploma, pese a estar cada vez más infiltrado por el progresismo), y enfocarse en la desigualdad como el más terrible flagelo no quita lo que ha quedado de manifiesto en la historia porque, no nos engañemos, no existe socialismo con rostro humano.