Un basquetbolista se ha comunicado con su familia en su lengua materna, y ha pasado a ser un asesino serial para los españoles que un minuto atrás lo consideraban un héroe.
No creo que haya habido intenciones políticas en eso. Cuando supone una intención política en todo, muchas cosas mueren. Pasa en el arte.
Hay cosas que son naturales: una lengua materna por ejemplo. En el Sur de América todavía se conservan algunas lenguas europeas que en Europa casi se han perdido: el piamontés, el galés, y lamento profundamente que se hayan perdido otras.
Las etnias europeas han muerto por obra de unidades políticas europeas. Ha pasado en Europa y ha pasado en América. La lengua no tiene la culpa.
Separarse o no de otro grupo humano, es lo que se ha hecho desde hace milenios en la historia. Ahora que te impongan lo que tu no consideras parte de tu cultura, ya es otra cosa.
Los imperios terminan no siendo nada, cuando abarcan demasiado o quieren imponer lo que no se puede imponer. Mucho menos podrían hacerlo pequeños países fraccionados y en extinción: llámense España, Brasil o la Argentina, conglomerados multiculturales que sobreviven sólo gracias a las multinacionales y a la policía.
Las etnias blancas serán libres sólo cuando puedan unirse y confederarse libremente para defender sus identidades particulares, dentro de gran base común racial. Lo demás es represión sistémica: sea de izquierdas o de derechas.
Si vamos al caso, en toda España se hablan dialectos e idiomas diversos del castellano, y sólo se condena a los que se supone no se alinean con un poder central ajeno a los pueblos. El castellano también fue el idioma de un grupo, si vamos al caso.
Si un bonaerense y un madrileño hablan rápido, es posible que no se entiendan, y se supone que hablan el mismo idioma. Los modismos, la cadencia, las palabras incorporadas, hacen que el idioma sea dinámico.
España se morirá aferrada al sagrario y a un idioma que por cierto ya no le pertenece. Será el triste final de un imperio mestizo y tozudo, cuyos mejores fueron inmigrantes en América, porque ya no había espacio para ellos en Expaña.
Por eso Carlos V le tuvo miedo a Cortés y nunca lo dejó volver. Pero la represión no le aseguró a América, como esta represión de comedia no le asegurará Cataluña al centralismo cipayo de Madrid.