El hecho de que la opción por no cambiar el nombre del cerro Santa Lucía haya “triunfado” en la consulta pública realizada e impulsada por la Municipalidad de Santiago, me lleva a concluir dos cosas:
primero: que hacer desaparecer e intentar hacer olvidar el legado cultural europeo en estas tierras, no será algo fácil de lograr, aunque el gobierno y sus autoridades se esfuercen en estas medidas populistas (porque aún hay quienes no estamos dispuestos a dejar que ello ocurra);
y segundo: que no obstante la realidad racial/étnica de la mayor parte de la sociedad chilena, ésta sigue identificándose con una identidad que no le es propia.
Teniendo esto en cuenta, me encuentro con una especie de sentimientos encontrados.
Por un lado, podemos confirmar, en el primer caso, que mientras existamos criollos conscientes de lo que somos, de la cultura que nos es propia y, aún más, estemos dispuestos a desafiar los paradigmas de la modernidad, llevando a cabo iniciativas destinadas a reafirmar nuestra identidad, para el Estado no será un camino fácil el de querer acabar con la diversidad de los pueblos. Así las cosas, esto es algo que me pone contento, pues hemos visto últimamente que nuevas generaciones se han atrevido a actuar de acuerdo al llamado que la Identidad hace en ellos.
Por otro lado, el hecho de que la mayor parte de la sociedad chilena no asuma su realidad étnica, es algo que me preocupa bastante: en una especie de imposición forzosa de una cultura por sobre otra, se ha enseñado a esta sociedad a ocultar sus orígenes, queriendo aparentar otros. Esto es fácilmente comprobable, por ejemplo, con la noticia del no cambio de nombre al cerro o, aún más, viendo la cantidad de cambios de nombres indígenas por otros de carácter europeo durante lo que va de este siglo. Pues, al parecer, la sociedad chilena se siente mayormente identificada con lo europeo, a pesar de que su realidad racial mayoritaria no se condice con ello. En este caso, no puedo sino estar algo molesto, por no existir la capacidad del auto-reconocimiento dentro de los grupos humanos que componen la sociedad chilena.
Creo que ya es hora de que nos paremos frente a un espejo y seamos capaces de reconocer lo que en él vemos para que, de esta forma, se de paso a la lucha consciente por la supervivencia de las identidades que, en estos momentos, es algo que recién se está comenzando a gestar.
Más vale tarde que nunca.