Nada es inocente, menos la clase media blanca burguesa que es lo más imbécil que puede existir sobre la tierra.
Un senegalés quiso quemar vivos a medio centenar de niños italianos. Lo hizo como un acto de guerra. Se salvaron de milagro. Pero fueron los italianos quienes le dieron a conducir un bus con medio centenar de niños.
En la Argentina, la clase media cree que los senegaleses son gente muy pobre e inocente, y no se los puede criticar a riesgo de recibir los epítetos de siempre. Tienden sus mantas en las mismas calles donde se echa a la gente del lugar, en medio de una crisis sin precedentes. Sin embargo a la clase media blanca burguesa no le interesa eso.
Se creen que vienen nadando y que la mercadería la compran quién sabe cómo. Mercaderías de un valor que nada tiene que ver con sus supuestas posibilidades, lo mismo que los teléfonos, la impunidad en la ocupación de los espacios y la soberbia con que manifiestan.
El otro día un senegalés se metió en los cajeros electrónicos, mientras yo mismo estaba ahí, para explicarle a la gente cuál tenía dinero y cuál no, como si fuera un personal del banco. Era el mantero de la cuadra. A la gente no le pareció nada extraño ni fuera de lugar. Le resultaba simpático que un africano les dijera qué hacer y estuviera en un sitio donde a cualquiera que no esté operando en el cajero lo echarían a patadas. Siempre se puede pasar las barreras del asombro.
Ocupan el espacio de un modo organizado, con una estrategia de aproximación indirecta digna de Lidell Hart, mientras nuestra gente es absolutamente imbécil, capaz de dejar su seguridad, su espacio vital y hasta sus hijos en manos de cualquiera.
Lo he dicho antes: comenzaremos a avanzar cuando nos impongamos a nuestra propia gente, porque lo único que supera a la imbecilidad es el miedo. No perdamos tiempo en tratar de que dejen de ser imbéciles. Creo que eso ya es imposible.
Tomé el ejemplo del senegalés, como podría haber tomado cualquier otro similar. Hay muchos ejemplos parecidos. La guerra es la madre de todas las cosas, y esta es una guerra racial, como bien lo sabía y lo dijo el querido maestro Guillaume Faye.