Los identitarios no necesitamos pensar exactamente lo mismo sobre la historia, ni sobre los modos de defender la identidad. La historia como la política son materia opinable. Hay matices, hay rutas diversas. La amplitud depende de la sinceridad del objetivo y de la lógica mínima necesaria para entendernos.
El fanatismo es contrario a la defensa de la identidad, lo mismo que el supremacismo. Supremacistas son aquellos a quienes les basta el color de la piel para sentirse superiores a los demás. En lo individual cualquiera puede ser superior a cualquiera. Tampoco es que defendamos nuestra identidad porque sea superior, sino porque es nuestra.
No creo que para defender una identidad se necesite pasar un examen de nivel de ningún tipo, ni que no tengan derechos los pueblos que algunos consideran»inferiores» porque no creo en la inferioridad de los pueblos. Eso lo manejan las propagandas políticas.
Uno ama su identidad común del mismo modo que ama a su pareja, no porque cumpla ciertos requisitos, sino por afinidad intrínseca y profunda. La soberbia nunca es buena consejera.
Proponemos una comunidad étnico cultural que tampoco es uniforme, sino que tiene sus matices hasta llegar a los límites donde la identidad termina. Los dogmas ideológicos son enemigos de los matices y -a mi juicio- enemigos también de la inteligencia.
Lo que ha formado el sustrato identitario de los blancos del Sur, no es una ideología ni un riguroso examen de fenotipo, sino un espíritu y una cultura con características comunes y afines, moldeada paso a paso por la gran migración europea durante más de quinientos años, si tomamos en cuenta todo el proceso histórico.
La política la primera vez es tragedia y la segunda es comedia, dicen algunos. Creo que la idea debe ser alejarse de la comedia y construir un nuevo pensamiento, que se viene gestando desde hace mucho tiempo con sus características propias y en el contexto actual. Con firmeza pero sin histerias ni fanatismos inútiles.
Nuestra gente ha venido desde todos los rincones y desde distintas experiencias e ideologías. No queremos limitarnos sino enriquecernos. Queremos profundizar la unión y el espíritu en común, que dieron origen a nuestra cultura criolla: el pancriollismo no es una importación de ideología pasajera, sino un sedimento de todo aquello que los nuestros han asumido como valioso para su supervivencia y desarrollo.
Juan Pablo Vitali.