Ya no hay rincón del mundo donde no ocurra lo mismo. El Sur está lejos, pero poco a poco es invadido también. Los «nacionalistas» al estilo Putin o Trump no hablan claro. Políticos al fin, tratan de unir todo lo que les es útil para conservar el poder. Un poder que en realidad no detentan ellos.
Putin habla de los rusos, pero nunca define qué es un ruso. Trump habla de América, pero no define qué es un norteamericano. Perón, que era un genio político muy mestizo, tampoco definió jamás a un argentino. Nadie define nada.
El genocidio global de la raza blanca, sólo es posible por los enfrentamientos entre los mejores blancos por motivos de intereses ajenos y por la permanente indefinición de nuestra identidad. Definir una identidad milenaria en términos de un movimiento político pangermánico que duró unos pocos años, derrotado completamente como el nacional socialismo me parece una estupidez, se tenga la visión que se tuviere de esa parte de la historia.
Para comenzar algo hay que definirlo del modo más profundo posible. Los países han servido en general para que las oligarquías globales nos destruyan. No se puede seguir pensando en términos de países o nos ocurrirá lo mismo una y otra vez. La lucha es ahora a todas luces global, aunque cambien las circunstancias por territorio.
No me interesan los argentinos, ni los norteamericanos, ni los franceses ni los rusos como tales, sino como hombres blancos conscientes de sí mismos. Si uno analiza el interior de esas fronteras, descubrirá lo mismo: banqueros y multinacionales globalistas. Así como un cristiano es primero un cristiano, un islámico es primero un islámico, un judío es primero un judío, un hombre blanco consciente debería ser primero eso: una identidad que con sus matices se aferra a su sangre y a su cultura se encuentre donde se encuentre. Para mí es fácil verlo porque el gran Sur se hizo así y sé que se puede hacer: matices enriquecedores de una misma sangre en pos de un gran proyecto común.
Sólo que ahora no nos queda tiempo, y sé perfectamente que la mayor parte de nuestros espacios humanos y terrestres se perderán. Pero no todos seguramente. Habrá que moverse. Esta guerra no es estática. No podemos darnos el lujo de entregar la mejor sangre que nos queda, aunque eventualmente podamos replegarnos de algún lugar.