Está bastante claro que vivimos un proceso de supresión de población. Acaso no de todo tipo de población, sino de una y otra por fases. El sistema no necesita gente, las máquinas desplazan el trabajo, los pueblos blancos ya no tienen cabida en el proceso global. De hecho Trump tuvo este mes un déficit sideral en su balanza comercial, pese a sus intentos arancelarios.
En general se logra que determinada población se auto reduzca, o que una se lance contra otra. Tal es el caso europeo por ejemplo.
Los chinos -como en todo- tienen su pan al respecto. Basta con mirar su política de expansión demográfica alrededor del mundo.
Los africanos son usados como arma arrojadiza contra lo que queda del mundo blanco. Rusia no llega ya a los estándares mínimos de supervivencia numérica. Latinoamérica es una fiesta de desorden social y mestizaje.
La política parece ser debilitar a quienes -como los blancos- pueden oponer cierta resistencia a descender por debajo de ciertas condiciones de vida.
Los demás ya están demasiado debilitados -salvo los chinos- aunque se les otorgue un poder de destrucción pasajero. No podemos ser tan inocentes como para pensar que una marabunta de africanos o mestizos sudamericanos van a hacer temblar el poder mundial.
Antes tendía a preocuparme por franjas más amplias de personas. Hoy reflexionando, a medida que envejezco, he llegado a la conclusión que es inútil. Ni siquiera me preocupan los de mi misma raza, cuando ellos mismos no se preocupan por su destino. Quizá por eso ya no tienen hijos, para no preocuparse por nada que implique cierta responsabilidad.
Me preocupa sí, que un grupo de los nuestros suficientemente numeroso como para sobrevivir y proyectarse hacia el futuro, llegue a generar el poder suficiente para lograr ese objetivo esencial.
Para llegar a eso el pasado debe ser tenido en cuenta como aprendizaje, no como repetición. Justamente estamos así por los errores cometidos en el pasado. La auto eliminación de los blancos entre sí, nos aleja de ciertas teorías conspirativas que siempre buscan las «culpas»en otros. Eso es sólo admitir la impotencia y la propia decadencia.
Vivimos en un mundo donde muchas personas se vuelven cada vez más crueles y más fuertes, y otras cada vez más estúpidas, más serviles y más débiles. Evidentemente los blancos estamos entre estos últimos.