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Si partimos desde la base no liberal y no cristiana de que la Igualdad como verdad universal no existe, entonces debemos aceptar que, por lo anteriormente dicho, tampoco existen culturas mejores o peores que otras. Como no hay Igualdad, entonces no puede haber una estandarización, así que la comparación y la medición se vuelven falaces.
Lo más fanáticos del profeta del desierto suelen juzgar a las culturas originarias e indígenas (se trate de indigenismo blanco como no blanco), acusándolas con bastante soltura de «incivilizadas», «indeseables» y hasta «barbáricas», alabando el rol civilizatorio de la Evangelización. A los dioses originales de Europa, al igual que a los dioses originales de América, se los proscribió, negó, persiguió y se los hundió en la infamia, por la sencilla razón de que no eran el único y verdadero Dios. ¿Cuál fue el punto de corte para decidir cuál era y cuál no era verdadero? Que la Biblia decía que Yo Soy era el único, por tanto, los demás eran falsos y debían ser abolidos.
El etnocentrismo peca de esta misma ceguera: juzga a la cultura del prójimo desde la perspectiva de la cultura propia, ignorando que, en ausencia de semejanza, cualquier comparación es fútil. Las culturas son distintas, y la raíz de esta diferencia es la cualidad. Al ser cualitativamente distintas, esta diferencia brinda unicidad a cada cultura, haciéndola única y, a la vez, diferente a las demás. Ante esta realidad, conceptos como mejor que o peor que se derrumban bajo su propia inaplicabilidad.
Las diferencias cuantitativas y cualitativas sólo pueden salir a la luz de la comparación cuando la operación se realiza entre elementos semejantes: podremos determinar qué manzana es mejor que otra, pero no podremos determinar si una manzana es mejor que una naranja o una sandía, sencillamente porque tienen características y propiedades que las diferencian entre sí, reduciendo cualquier idea de poner a una por sobre otra hasta el absurdo.
Si el taparrabos era o no algo ridículo, o si la desnudez de algunos pueblos americanos era inmoral, o si los chinos son crueles por comer perro, o si los mapuches son flojos por no plantar tanto como nos gustaría, o si los europeos somos ambiciosos y sedientos de oro, o si los árabes son misóginos por tratar así a sus mujeres, son asuntos que no le competen a ninguna cultura más que a la propia, pues cada cultura y raza tiene su propio ritmo y sus propios intereses. Si los romanos hicieron casas espectaculares hace dos mil años, mientras que en Kalahari aún se vive en chozas, no nos demuestra que hay razas y culturas mejores o peores (quizás los segundos no tienen las competencias tecnológicas de los primeros, pero si les parece bien vivir así, entonces bien por ellos, cada pueblo es dueño de su destino), sino que la Igualdad no existe, y medir a todos con la vara propia es tan subjetivo como necio.