Estamos ad portas a conocer el fallo de la Haya, referente al diferendum marítimo.
En el caso hipotético de que, de ganar o perder, se desencadenase un enfrentamiento armado ¿cuál debería ser la actitud de aquellos que nos consideramos identitarios? ¿deberíamos quedarnos en nuestros hogares o partir a vestir el uniforme desértico? Difícil situación se nos plantea…
Claramente la actitud que cada persona llegase a tomar es personal y respetable, sea cual sea esta. Yo, simplemente, plantearé mi postura al respecto.
Personalmente, aun cuando me considero patriota, y estando vinculado dicho término directamente a la tierra, debo reconocer que me gustaría que todos aquellos que han sentido el hervir de la sangre en sus venas, no fueran a combatir. Es que somos tan pocos y nuestra lucha racial es tan compleja y cuesta arriba, que tener que despedir a los pocos blancos conscientes, por haber ido a defender el territorio (nuestro territorio claro está), amenazado por la cobarde actitud de la clase política que no supo frenar el problema a tiempo, clase representante de un Estado, siervo de los poderes igualitaristas internacionales, que ni nos reconoce como pueblo, significaría, para mi, una muerte inútil y sin sentido, por más que la razón personal lo justifique.
Es que la raza debe estar por sobre todo y ante todo, inclusive si aquello puede llegar a generar en nuestro fuero interno un sentimiento de «traición», al no haber actuado, en este caso, en la defensa de Chile.
Claro está que, aquellos que voluntariamente han decidido combatir, a la hora de marchar, están preocupados de vencer en la contienda que ellos han considerado correcta, más allá de las motivaciones o causas que gestaron dicha situación, pero como un sabio hombre dijo en el pasado -no recuerdo la cita textual-, la guerra se lleva a los mejores, a aquellos valientes que no temen enfrentar a la muerte. Y es precisamente esa gente a la que necesitamos defendiendo su causa -¡la causa más importante!: la defensa racial identitaria.
De morir heroicamente ahora, cuando aun no hemos logrado nada, ni dejar retoños en la mayoría de los casos, sus gloriosas muertes serían en vano. Tal vez habrían defendido honrosamente a Chile, tal vez les den una medalla, pero su raza habrá perdido a un valioso hijo, habrá perdido parte de ella en una lucha que no le corresponde enfrentar, donde, si bien está la tierra de nuestros padres en juego, la inoperancia y mariconería de nuestros dirigentes no amerita nuestra apresurada muerte.