Que el peronismo ya no exista como estructura política, no quiere decir que yo haya dejado de ser: «Peronista de Perón», como se decía antes.
El liberalismo desarrolla una guerra de exterminio contra los pueblos, y en primer lugar contra los pueblos que puedan lograr un alto nivel cultural y tecnológico. Están tratando de borrar Europa del mapa, pero hay que entender que el racismo anti blanco no es más que una de las formas del liberalismo progresista. La Argentina siempre fue una prioridad en la destrucción de los liberales, porque la población argentina es capaz y ha logrado niveles de tecnología que ellos no permiten.
Es estúpido que un revolucionario argentino se cuelgue de Evo Morales: hace un par de días Evo Morales apoyó el acuerdo de Macri con la UE. Bolivia no es problema para el orden mundial. Nunca construyó centrales nucleares, aviones, autos, trenes ni misiles. Falló el racismo anti blanco: los intereses de Evo coinciden en ese punto con los de Macri.
Lo mismo pasa con Venezuela: no pueden hacer la letra O con el culo del vaso, ya sea como liberales o como marxistas. La geopolítica y la política sudamericana no han cambiado demasiado desde Perón. Liberales asesinando al pueblo y destruyendo sus mejores logros. Y marxistas destruyendo la inteligencia revolucionaria con racismo anti blanco, derechos para que uno pueda convertirse en perro, luego en perra y luego volver a ser humano pero transexual.
Ya lo hicieron con Paraguay: asesinaron a todos los varones hasta los diez años por no depender de nadie y por haber conseguido hacer trenes y fusiles. Hasta los documentos históricos y las fraguas se destruyeron, por las dudas.
El liberalismo es asesino. Quiere esclavos. El marxismo es la opción para destruir toda salida por una tercera opción. Lo hemos visto desde siempre. Es una vieja guerra que presenta ahora una curiosa novedad: los condenados a muerte están enamorados de la soga.