En el capítulo «The Bully» de la serie estadounidense «Malcolm in the Middle», el personaje Reese pierde la confianza en su imagen como matón escolar, por lo que comienza a adoptar una conducta amable, inofensiva y patética. Esto provoca que los demás niños, que antes le temían, empezasen a aprovechar la situación para convertirse ellos mismos en nuevos y múltiples minimatones, causando que la escuela entrase en un estado de permanente caos. Al final, Reese y sus cercanos llegan a la conclusión de que lejos de tratarse de una cuestión de simple imagen individual, su rol como matón cumplía una función.
¿Por qué la delincuencia y el terrorismo en Chile han alcanzado niveles tan desatados? Tal vez porque el «bautismo» de nuestro histórico matón a la religión laica de los DDHH lo llevó a esconderse, creando un vacío actualmente aprovechado por muchos minimatones cuyas ansias de «democratización» no eran para realmente acabar con el matonaje, sino que una excusa para convertirse ellos mismos en los matones que siempre soñaron ser.
Un equivalente del optimismo constitucional que pretende resolver problemas sociales mediante una nueva Constitución, está en el optimismo penalista de quienes imaginan prevenir los delitos violentos con nuevas leyes penales. Sin embargo, ¿realmente alguien cree que antes de cometer un delito, sus autores deciden sus acciones leyendo el Código Penal?
Todo Izquierdista hará un correcto diagnóstico en cuanto a que los autores de estos delitos provienen de entornos (barrios de Chile y países extranjeros) de muchas dificultades, de carencias y matonaje, donde lo verdaderamente apremiante es sobrevivir el día a día. Por eso es absurdo esperar que estas mismas personas puedan tomar sus decisiones después de proyecciones a largo plazo, sobre el resultado de sus acciones, como lo sería al evaluar posibles (y remotas) sanciones jurídicas.
No es que no conozcan las penas, es que simplemente no les importan. No es una cuestión de conocimiento, sino que de valoración de la realidad.
Por esta razón, el verdadero disuasivo a la violencia social debe situarse en un horizonte acorde, en el corto plazo a que se extiende el marco reflexivo de estas personas, y no pudiendo ser otro que el de la brutalidad policial.
Sí, el tan familiar matonaje.
Si se sabe que las estructuras de obediencia y respeto que subyacen a esta gente giran en torno a códigos basados en la peligrosidad, y que lejos de sorprenderlos la argumentación discursiva es para ellos una señal indiscutible de debilidad, recurrir a la violencia no exhibe una supuesta incapacidad para responder a los (SIC) problemas sociales de fondo, sino una preocupación pedagógica y comunicativa expresada en un lenguaje humano, tan antiguo como originario.
La sociedad no recuerda leyes, aunque sí las imágenes que son capaces de expresarse en el lenguaje más inclusivo, y que estos tiempos nos exhiben como los más necesarios. Pero todo indica que aún falta un tiempo antes de que nuestro propio Reese regrese.