Redescubrir lo atávico y las posibilidades del futuro, implica sacarse de encima los lastres que nos pesan y que provienen del pasado inmediato: de un país, de unas fronteras, de una idea errónea de comunidad, de unos héroes que pelearon por intereses ajenos, aunque lo hayan hecho heroicamente, de unas enseñanzas impuestas desde el medio circundante o desde el estado.
Cada paso que damos es un desafío espiritual, intelectual, una transformación que nos lleva a comprender el sentido profundo de la identidad, negado durante siglos en un proceso tan anti natural como negativo, que termina sin duda en la extinción de la raza.
Esa renovación implica abandonar y asumir. Una y otra vez hasta encontrarnos con nosotros mismos. El abandono de la identidad es lo que nos han inculcado, y el error es querer volver a ser blancos de un modo limitado a una época o a una ideología. Lo arcaico nos lleva a una historia racial más allá de Europa. Lo futurista también.
Debemos afrontar un proceso de recuperación de la identidad, que implica un nivel de comprensión y de esfuerzo sin precedentes. Un proceso original y americano en el que nos cabe el honor de ser la vanguardia, porque nadie antes lo había expresado con claridad en esta parte del mundo.
Eso sólo se logra con una transformación espiritual y cultural, con una actitud fundacional que paso a paso dé forma al arqueo futurismo blanco americano en cada uno de nosotros, en nuestra comunidad.