Es réplica favorable a la “histórica” decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos de legalizar el matrimonio homosexual en todo el país, las redes sociales, instituciones, la Casa Blanca y personas de todo el mundo han demostrado su satisfacción usando los colores del arcoíris de la diversidad de preferencias sexuales (pues sexos hay solamente dos, y eso es un hecho), lo que marca, además, el atropello a la voluntad de 14 estados, los que, por la razón que fuera, tenían prohibiciones sobre el matrimonio homosexual.
Probablemente, esto debería causar disturbios y reacciones de los más conservadores (en vista de su apego a valores cristianos y su afinidad con la sacralización del matrimonio), aunque, con una razón aún mayor, debería desatar la furia de los liberales y de todos aquellos que creen en la Democracia. O creían.
No creo que la Democracia sea el mejor tipo de gobierno, pero definitivamente creo en la verdad, la consecuencia y la coherencia como altos valores de una sociedad –cualquiera sea– y, por tanto, creo en los miembros de dicha sociedad también deberían reflejar tales valores de manera individual. Y al creer en la verdad, la consecuencia y la coherencia como altos valores de una sociedad –cualquiera sea ésta–, creo también que la verdad, la consecuencia y la coherencia deben ser reflejados en una sociedad democrática a través de la correcta, objetiva, igualitaria y universal observancia de lo que significa la Democracia realmente, que es el gobierno del Pueblo y, por tanto, el gobierno de la voluntad popular, y no la idea de echar papeles en una caja con el nombre de algún tipo, como si fuera el método un fin en sí mismo. Por tanto, creo que si alguien cree en la Democracia, lo más verdadero, consecuente y coherente es que defienda el derecho a la primacía de la voluntad de la mayoría, para todos los casos, es decir, no sólo en los convenientes. La Democracia exige madurez y compromiso, y el saber acatar la voluntad de la mayoría. Y si en un estado del Sur de Estados Unidos la mayoría que representa al pueblo decide que no haya matrimonio homosexual en dicha jurisdicción cimentada sobre la Libertad, entonces así debería ser.
No creo que la Democracia sea el mejor tipo de gobierno, pero tampoco creo en el Totalitarismo y el Autoritarismo, no porque éstos ejerzan el poder despóticamente y sin ningún tipo de control, sino porque sus decisiones, cuando ya han perdido toda dirección apoyada en el poder popular (que es libre de elegir ser gobernado en forma totalitaria y autoritaria, por supuesto), terminan sirviendo a los intereses y lujos de un núcleo que no representa la voluntad de la mayoría, de la misma manera en que una Monarquía se desvirtúa cuando el Derecho Divino termina siendo la justificación para el abuso no en nombre de los intereses del pueblo, sino en nombre del Derecho Divino por ser el derecho de hacer lo que se le antoje al monarca y no el hacer lo correcto para el Reino. Una decisión que afecta a millones de individuos con voluntades e intereses, si es tomada por un puñado de gente, vuelven la medida en algo vicioso, poco representativo y definitivamente poco democrático si es que la misma suma de las voluntades individuales decidió algo y luego es echado por tierra por un mando central, que atropella con poder pues tiene la fuerza para hacer cumplir la voluntad en caso de que el poder local se rehúse. Cabe destacar que esta fuerza lista para ser ejercida no será ejercida por voluntad de la mayoría, sino por la voluntad de una minoría en nombre de la mayoría. A eso, en todo el mundo, se le denomina Tiranía.
No creo que la Democracia sea el mejor tipo de gobierno ni tampoco que las mayorías vernáculas imponiendo sus intereses dictaminen qué es lo correcto o lo incorrecto, pero definitivamente creo que lo que las mayorías quieren refleja en realidad lo que las mayorías quieren, y si viene un poder superior legalmente hablando a contradecir lo que las mayorías quieren instalando lo que las mayorías deberían querer, entonces la Democracia y la Libertad habrán muerto, e imponer la voluntad de un poder central (influido por el lobby de unos pocos) en nombre de, Oh, la Democracia y la Libertad, será como evangelizar en nombre de una religión muerta.
Si a Ud. le parece correcto que un gobierno, sin consultarle a la ciudadanía, tome una decisión que no representa la voluntad de la mayoría –una decisión que no fue tomada por la gente sino por una reducida cámara donde unos pocos deciden por muchos– y si Ud. es simpatizante de la tiranía despótica más dura como para, sin miramientos, pisotear la Democracia, la Libertad y la vox populi, entonces siéntase libre de usar la bandera del arcoíris, pues eso simboliza: Tiranía y la muerte de la Democracia.
Estados Unidos, requiescat in pace.