Acúsenme de indolente, pero la verdad me importa una mierda la muerte de Jacinta Zañartu. Y la fama de su muerte no hace más que confirmar mi postura de no querer donar mis órganos. He aquí algunas aclaraciones:
Primero lo primero. Todos tenemos cierto grado de indolencia, nos guste o no. Tanto por lejanía temporal y espacial, distancias entre la red de contactos, y por motivos un poco más arbitrarios como podrían ser las ideologías o la religión, uno tiende a no prestarle mucha atención a ciertas eventualidades. A la mina no la conocía, ni a sus amigos, ni familiares, ni conocidos, ex-pololos, lo que sea… ella estaba fuera de mi “radio de dolencia”, y frente a eso no puedo hacer nada.
Algunos podrán decirme “Oye hueón, pero ella era una eurodescendiente, y a ti algo te importan esos temas. Te estás contradiciendo y convirtiéndote en un hipócrita”. A ellos les diré que me importa un bledo lo que digan, sinceramente. Su apellido es vasco, y yo también tengo ascendencia vasca, pero no por eso me pondré a llorar por ella o querer establecer vínculos imaginarios e inexistentes con alguien que, EVIDENTEMENTE, no tuvo nunca en su vida la intención de constituir. De ser así, me pondría a simpatizar con cualquier imbécil que se me cruce por la calle, pero no. A diferencia de la masa, no he sentido ni pena por los muertos en atentados islámicos en las europas.
Ella era de un “estrato social alto”, sin lugar a dudas. Pero para mí eso no es algo que me haga sentir nada en absoluto, ni odio o envidia. Todo lo contrario, me alegro por la gente que puede tener un bien vivir.
No soy izquierdista, por lo que no me interesa el rico y no le odio por lo material. Además, hasta cierto punto me consta que familias con un mejor pasar que el mío alguna vez experimentaron la misma realidad en la que me encuentro ahora – algunos son pobres antes, otros después. Algunos superan la pobreza, otros no.
Ahora bien ¿por qué no quiero donar mis órganos? – Porque la ley está mal hecha. Actualmente todos son automáticamente declarados donantes de órganos, pero la intención de este acto “tan solidario” no es más que cuidar la existencia de la oligarquía chilena a consta de los órganos de los más desprotegidos.
¿Has visto la tele, o internet durante los últimos meses? Sí, todos los moribundos por falta de órganos que se hacen conocidos pertenecen, o tienen un vínculo importante, con esta oligarquía.
¿Has sabido de otras personas que han necesitado órganos urgentemente en los últimos 3 meses? Probablemente no.
En Chile tenemos la particularidad de que el apellido es un buen indicador (no el mejor) para saber qué puesto en la sociedad ostenta determinado individuo. Zañartu y Smith, que son los casos más recientes (colocaría más casos como los del 2015, pero no los recuerdo y no quiero perder tiempo buscándolos), ambos pertenecían a este mismo círculo intocable de personas (basta con ver los lugares en donde se atendieron) que mediáticamente movilizaron a todo un país para sentir lástima por aquéllos a los que pasan despotricando todo el resto del año.
De hecho, no deja de ser interesante cómo en el caso de Leon Smith, era el padre quien daba la cara a los medios vez que sucedía algo de relevancia con la salud del niño. Y esto porque su fenotipo era mucho más identificable con el del promedio chileno, de modo que su nivel de persuasión era mucho mayor que en caso de la madre saliese a informar a la prensa. Lo que pasó con Leon Smith sigue, mediáticamente, una lógica publicitaria en favor de la oligarquía chilena (de igual manera que las consignas del lobby homosexual).
La ley está mal hecha, y por ello no busco involucrarme en ella. Ya es tal el nivel de mediocridad de Chile, que hasta sus mismas leyes de donación de órganos están orquestadas a favor de una privilegiada minoría, que no es ni excelente en las cosas que hacen (no son una élite, en un sentido nietzscheano de la palabra), son corruptos, individualistas, (((usureros))), interesados, etc.
De todas mis amistades, por dar un ejemplo, absolutamente ninguno podría conseguir órganos en la actualidad, y eso sencillamente porque nadie pertenece a este círculo. Todos son “clase media” para abajo, y me consta que entre ustedes lectores, la cosa es igual.
Los que me conocen sabrán que no le tengo cariño a Chile, pero si una ley ha de existir, esta tiene que incluirlos a todos por igual, sin ánimos de abrazar un discurso igualitario, pero de eso se tratan las leyes. Si no, pues deben ser eliminadas.