La propuesta de legalización del autocultivo de marihuana ha traído a la luz un interesante debate acerca de lo correcto, de lo incorrecto y de los grados de libertad que puede ejercer la ciudadanía respecto de sus propios organismos. Además, se ha discutido también sobre la responsabilidad individual, lo que conlleva necesariamente a una empatía mínima y a la capacidad de decisión de conducir o no conducir «volado» (ése es el dilema).
Debido a que no veo ni tengo tele, sólo me queda escuchar si es que cerca de mí hay alguien viendo noticias o escuchando debates, y hace unos días me tocó escuchar uno donde una periodista cuestionaba el rol del Estado en estas materias, ya que hace una década se hablaba de planes de prevención, mientras que ahora prácticamente se incentivaría el consumo.
El asunto, entonces, reside en el hecho de que algunos depositan en el Estado total confianza respecto a sus decisiones, lo cual es un indicador de cuánta responsabilidad detentan en sus manos: a mayor confianza y expectativa sobre las decisiones del estado, menor es la responsabilidad personal respecto a las propias decisiones.
La ciudadanía muestra preocupación por el detrimento de las nuevas generaciones, pero no hacen el mea culpa de pertenecer a una generación completa hija de la irresponsabilidad individual. Con un estado benefactor que murió hace décadas, aún mora en la mentalidad de la gente que es éste el que debe administrar tanto los beneficios como los castigos e, inclusive, se mantiene una implícita una creencia de que es el estado quien debe administrar qué debe pensar la ciudadanía.
Nos lavamos las manos, y esperamos que sean los ministerios los que nos digan lo que es y no correcto, que nos eduquen a nuestros hijos, que los reprendan si actúan contra las leyes. La irresponsabilidad individual ha tornado al Sistema en una viciosa institución dictatorial donde es la voluntad proveniente de la flojera la que ha cedido el poder a unos pocos para hacer y deshacer con el resto de la manera que les plazca. Dejemos de culpar a las oligarquías de los asuntos que pasan primero por las bases.