Es una conducta altamente demagoga el evadir responsabilidades y relaciones (directas o indirectas) respecto de la primera persona plural, pues insta al receptor a percibir sólo lo bueno, mientras que lo malo queda relegado al rincón oscuro de la negación y el disimulo.
Regularmente, los grupos contrarios a la inmigración proveniente de stocks que guardan una gran distancia cultural respecto de la sociedad que está recibiendo los elementos provenientes de dicho stock, suelen resaltar las características, rasgos, y hechos negativos relacionados con esta inmigración, de manera de causar que el público tenga una percepción negativa del objeto/sujeto de su antagonismo, es decir, los inmigrantes. Así, vemos que grupos xenófobos (sea en lo étnico, sea en lo cívico), comparten imágenes y noticias donde se da cuenta del daño provocado por elementos foráneos: robos, estafas, violaciones, asesinatos, generación de basura, ruido, costumbres desagradables, etc. Esta explotación de la información negativa, a su vez, en algunos grupos o personas está condimentada con la explotación de la mejor información del grupo de su pertenencia, algo que sigue básicamente la premisa nosotros buenos, ellos malos.
No obstante, una cualidad que puede marcar una diferencia positiva para un grupo, es decir, nosotros, es la capacidad de la autocrítica, la capacidad de hacernos cargo de nuestros errores y tratar de enmendarlos, o de nuestras gestas negativas y tratar de, una próxima vez, realizar una gesta positiva. Si algo legítimo es llevado a cabo de forma ilegal tiene un impacto menos positivo en la sociedad observante que algo legítimo que se lleva a cabo de forma legal. Por otro lado, evitar responsabilidades y desviar las miradas y, peor aún, condonar los actos negativos es algo impropio de la cultura de nosotros. Si ellos deciden glorificar y justificar actos negativos y perjudiciales es parte de sus características, no las nuestras. Si ellos deciden incendiar automóviles y destruir una ciudad alimentados por su rabia no es una característica que sea deseable de copiar y replicar por nosotros.
Nosotros creemos en la ley, una ley que atiende razones y no emociones, una ley que no concederá la liberación de Barrabás basada en las emociones de las masas.
Más allá de lo ideológico, Brenton Tarrant es uno de nosotros: a diferencia de su idioma y algunas costumbres, su identidad es altamente parecida a la nuestra. No somos lo mismo, pero somos parientes. Camila Vallejo también es una de nosotros, aunque ideológicamente sea disímil: la misma identidad. Más allá de sus acciones, Brenton Tarrant, el tirador que perpetró el atentado en dos mezquitas en Christchurch, Nueva Zelanda, ideológicamente es uno de los nuestros: preocupado de la identidad blanca a nivel global (no un triste y básico nacionalista cívico que revisaría las billeteras de todo un país para ver quién está legal y quién está ilegal), de las tasas de natalidad y del reemplazo demográfico.
Regularmente, los grupos contrarios a la inmigración hacen notar lo desagradable de la diversidad y cómo esta se manifiesta a través de la violencia perpetrada por los grupos foráneos. Sin embargo, lo desagradable de la diversidad no es necesariamente exclusivo de ellos, sino que también puede manifestarse desde las poblaciones nativas. Las masacres que son respuestas a los flujos inmigratorios son también una muestra de la aplicación de la diversidad en las sociedades, y cómo la realidad, manifestada en la furia thumótica, puede echar por tierra los intentos de integración e inclusión desprendidos de una visión idealista de un mundo donde la diversidad no sólo no es un valor positivo en sí, sino que puede fisurar el entramado de las sociedades.