Veía el otro día una emocionante ceremonia, donde se entregaba a los familiares una condecoración Corazón Púrpura. Pensaba en ese soldado, quizás un obrero o un granjero de la América del Norte. De los mejores hombres blancos que nos iban quedando. Muerto por las balas de los otros mejores hombres blancos que nos iban quedando: los alemanes.
Pensaba en el sin sentido de esa muerte y de tantas otras. Podemos descubrir cómo llegamos a ese punto. Pero eso no nos devuelve la mejor sangre que ahora necesitamos. Cada día me afirmo más en que somos una sola nación con matices, dividida artificialmente por el enemigo, en la genial estrategia de hacernos asesinar entre nosotros. Lo mismo pasa hoy con otro tipo de guerra: la ideología.
Con los rusos me pasa algo parecido: pese al comunismo que me hace ver muy ajenas y lejanas las condecoraciones rusas de la época. Todos somos víctimas al fin de lo mismo.
Veo las cosas desde una periferia que a veces nos favorece la visión objetiva, así como nos perjudica en otras cosas. No necesito asumir una ideología para defender al hombre blanco. No creo que ese Corazón Púrpura no tuviera méritos, pese a pelear en el bando equivocado. No está equivocado quien cree que lucha por su patria y por su gente, aunque no sea en realidad así. Tampoco tenían opción.
Ya no debemos alejarnos más. No forcemos enfrentamientos ideológicos. Lo que pasó, pasó…como decimos acá. No podemos sentarnos sobre lo mismo que antes una y otra vez nos destruyó.
Forcemos el camino contrario: la raza blanca ya no está para estupideces ni caprichos. Nuestro margen de error es ahora mínimo. Corazón Púrpura-Cruz de Hierro: amor, respeto y honor.