Casi todo ha quedado atrás. Las falsas leyendas, los mitos modernos, tu dios y la ideología de tu dios.
El pensamiento moderno es como el hombre moderno: pura basura. Lo que queda de bueno en la sangre, si es que algo queda, no tiene nada que ver con eso.
La vida se nos ha pasado creyendo que existía una solución negociada. La experiencia y el buen sentido nos dicen que no. Fuimos de periferia en periferia del sistema, hasta ser arrojados fuera del mundo, donde ya estábamos desde el principio, de todos modos.
Ya no hay bosques ni ciudades donde ir. Ya no hay montañas que subir. Sólo queda el viaje hacia el interior de la sangre, hacia el vacío eterno del tiempo que pasó y que sobrevive en otra dimensión. Un sol negro alumbra todavía los caminos más antiguos del espíritu.
Pasamos ahora por puentes destruidos, por delgados senderos al borde de precipicios que causan vértigo. Aún así lo intentaremos, es nuestra forma de ser.
Pasamos frente a casas cuyos fantasmas nos alientan a seguir. También nosotros somos fantasmas al fin: fantasmas blancos atravesando la fantasmal nación blanca del Sur.
Adelante camaradas: hacia lo más profundo de nosotros mismos y de nuestro territorio espiritual y material. ¡Al fin!