En un derroche de creatividad para denunciar al patriarcado y el abuso, Rob Bliss Creative decidió testimoniar el acoso callejero que sufren las mujeres, acción que no justificaremos ni condenaremos aquí, puesto que no goza mayor importancia para plantear nuestro punto.
Durante 10 horas, la actriz Shoshana Roberts caminó por las calles de Nueva York, exhibiéndose prácticamente como un presa ante una sociedad machista victimaria. Durante la grabación del documental, recibió acoso verbal en más de 100 ocasiones, incluyendo distintos «piropos», silbidos, onomatopeyas, etc.
El video resultante fue el siguiente:
Si el documental quería mostrar los distintos grados de acoso que experimentan las mujeres (un tema cada vez más y más discutido dentro de la opinión pública), pues lo logró, y consiguió plantear la situación del sexo masculino como acosador (con distintos grados de «inocencia» en los piropos proferidos).
Hasta este punto, todo bien. Las críticas fueron favorables y logró lo que quería mostrar.
Sin embargo, hay un detalle no menor que, dentro de la discusión liberal y de los distintos matices de la liberación femenina, fue pasado por alto: el mayor número de acosadores «poco inocentes» (acechadores) fueron individuos de raza negra, seguidos por mestizos del tipo centroamericano.
Lo interesante del asunto es que, en la constante victimización mediática de las «minorías», se recurre progresivamente a atribuir a una causal racial de dominación e injusticia a las manifestaciones de violencia cada vez que se pueda demostrar algo de vulnerabilidad de las minorías frente a una estructura de dominación blanca pero, en este caso, con la mujer ocupando el puesto de víctima, se aborda al sexo masculino completo, sin hacer atribuciones específicas.
(Se hace notar la diferencia entre un hombre blanco policía versus acechador hombre, donde, en la segunda afirmación, se excluye intencionalmente el factor racial.)
El asunto, pese a que es presentado como una cuestión de hombre/mujer, deja ver entre líneas las relaciones de dominación hombre/mujer que denuncia con tanto ahínco el feminismo pero, además, muestra la realidad de dichas manifestaciones de poder y de acoso exhibidas por distintos grupos humanos que, a la luz de lo evidente (negros y mestizos centroamericanos no como «piropeadores», sino lisa y llanamente como acechadores de mujeres), callan sobre los perjuicios de una sociedad multirracial, la misma que tanto se empeñan por defender cada vez que se puede exhibir algo «bueno».
Ahora, como no hay nada bueno que mostrar del sueño multirracial ni nada con qué demostrar al grupo blanco dominante y opresor, callan y desvían la atención hacia la otra figura opresora: el sexo masculino.
La manera tendenciosa en que se aborda la discusión no sorprende a nadie, pero las imágenes del corto documental valen más que mil palabras.